lunes, 30 de enero de 2012

Doctor Deseo - Fugitivos del Paraíso [1992]

A medida que la cacareada crisis se agudice, los fugitivos del paraiso serán legión. No sólo el chaval de ojos tristes que quiere ser mujer, el preso que lleva pudriéndose años en prisión, la prostituta que querría vivir de otra cosa o el yonki destruido por el caballo. Serán aquel peón de almacén que usaba su salario para comprar juguetes técnicos en el Media Markt, aquel empleado de una estúpida oficina que aspiró a poseer dos viviendas para vivir de las rentas, el albañil que disfrutaba de sus vacaciones pagadas en la Costa del Sol, el becario que recibía la suficiente cantidad de dinero para hacer una ronda por los festivales musicales veraniegos, el obrero fabril que usaba su mensualidad para equipar su coche con todo tipo de complementos. Supongo que presenciaremos una generalización del arte de sobrevivir y una disposición a adaptarse a cuaquier nueva situación.

sábado, 28 de enero de 2012

Orchid "Chaos is Me" [1999]

Descifrar el orden que anuncia el caos. Penetrar en la armonía que se desprende en el ruido. Y quedar tranquilamente seducido por un ritmo furioso. Si tuviera que poner música a un punzante dolor, a una rabia desatada o a un amor degenerado en odio; si hubiera que elegir una banda sonora adecuada a unos tiempos sombríos, confusos y extraños, a una despreciable adaptación en un mundo vacío, consumido y degradado; si me dejaran elegir los sonidos del hilo musical del planeta tierra. Hoy ya ni bailamos, y mañana no habrá revolución. Los que detestamos estar odiosamente acomodados a estas podridas circunstancias, buscamos otros consuelos, también los necesitamos.

jueves, 26 de enero de 2012

Rafael Sánchez Ferlosio, "Mientras no cambien los dioses nada habrá cambiado" [2002]


"Nunca los muertos empañaron la gloria de una guerra ni deslucieron el esplendor de una batalla, sino que la sangre fue siempre su guirnalda más hermosa y más embriagadora. No hay nada en este mundo equiparable al aura arrebolada de la sangre y de la muerte para adornar y ennoblecer ante los ojos de los hombres, los estandartes de cualquier empresa. La sangre y la muerte no solamente aducen convicción, generosidad, altura de miras en los muertos, sino que también reflejan elevación, dignidad y certidumbre para la Causa por la que murieron. Nadie logró jamás tener tanta razón como los muertos, ni hubo nunca argumento más poderoso que sus muertes para dejar a la Causa irrefutablemente convencida de sí misma y convencidos de ella a los demás. Las muertes son las que siempre han consagrado como verdadera y justa y grande y santa cualquier Causa, y poder decir de ella "Es la causa por la que derramaron su sangre nuestros padres y nuestros abuelos" ha sido siempre un argumento legitimador infinitamente más fuerte y más definitivo que el contenido de la Causa misma. Nunca es el contenido de la Causa el que se alega para legitimar y justificar la sangre derramada, sino ésta la que siempre es esgrimida como el aval indiscutible de la justicia, la razón y la bondad de cualquier Causa, por delirante, estúpida o sórdida que sea. Que la llamada Causa del Progreso -hoy prácticamente reducida a la innovación cualitativa en la tecnología- esté sujeta a accidentes no es considerado como un defecto o culpa que haya que achacarle, sino como una suerte de portazgo o de peaje que legitima la entrada en circulación de la nueva mercancía, o hasta la credencial que avale y ennoblece al portador para poder presentarla dignamente ante cualquiera. Se diría que la sangre y la muerte son a los ojos de los hombres el más seguro y acreditado título de garantía sobre el valor de cualquier cosa; y aquello que haya costado sangre y muerte aquello mismo tienen por lo más valioso."

(Rafael Sánchez Ferlosio, "Mientras no cambien los dioses nada habrá cambiado", 2002.)

miércoles, 25 de enero de 2012

"El perro del hortelano" de Lope de Vega. [CNTC, 2012]

El amor nacido por los celos y la envidia, "amar por ver amar". El enfrentamiento entre el amor y el honor. El rechazo de los hombres y del matrinomonio. Las dudas ante los signos equívocos de aquélla que se ha encaprichado, la necesidad de una confesión explícita que apague la inquietud. Esa altura en que se coloca a quien se ama que nos devuelve la bajeza de nuestra propia condición. Unos celos incontrolables que nos pierden y que nos hacen naufragar. Las relaciones jerárquicas que permiten prohibir y ordenar hechos esenciales de la vida de los súbditos; la ambición de los pretendientes que codician los privilegios asociados al compromiso con la que dicen estar enamorados; la subversión del honor, coartada de ventajas, núcleo esencial en que se asienta la sociedad. El montaje, fresco, musical y dinámico, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.


Jaime Semprún y René Riesel, “Catastrofismo, administración del desastre y sumisión sostenible” [2011]



Un amplio catálogo de amenazas glosa el inventario catastrofista: crisis energética, desórdenes climáticos, aumento exponencial demográfico, movimientos de poblaciones conflictivos, envenenamiento y esterilización del medio, artificialización de los seres vivos, etc. El catastrofismo de Estado despliega una incansable propaganda a favor de la supervivencia planificada, heraldo de las constricciones implacables que pesarán sobre nuestra existencia. Un nuevo colectivismo burocrático por fin eficaz se instaurará, no habrá elección: sumisión arrepentida a la ecodictadura o nihilismo puro, todos deberemos responsabilizarnos en la gestión ciudadana de la basura planetaria. La degradación irreversible de la vida terrestre debida al desarrollo industrial ha encarcelado a la sociedad en este macrosistema técnico. Las representaciones catastrofistas que se difunden de manera masiva lograrán el consentimiento general de las restricciones y de las disposiciones adecuadas para perpetuar este envidable modo de vida: sólo necesitaremos aceptar el razonamiento, disciplinarnos, restringirnos un poco. Las mentalidades progresistas proclaman su fe en la capacidad de la ciencia y la tecnología para dominar racionalmente la totalidad de las condiciones de vida, diseñarán nuevas medidas securitarias que aseguren el plegamiento de la población a una disciplina colectiva capaz de asegurar el buen funcionamiento de la máquina social; esperan una salvación basada en el fortalecimiento de las coerciones. El derrumbamiento del mundo, unas condiciones de supervivencia material aún más deterioradas, una indigencia absoluta, no alumbrarán una nueva conciencia (social, ecológica, viviente y unitaria) que plantee la emancipación. Se está redefiniendo la vieja sentencia 'Socialismo o barbarie': salvación de la civilización industrial o hundimiento en un caos bárbaro. Las representaciones catastrofistas dinamizan la actual movilización para 'salvar el planeta': dictan nuevas reglas de comportamiento, difunden el pensamiento correcto, ordenan; celebran el nacimiento del consumidor reeducado, del ecociudadano, auguran el alumbramiento de una nueva generación vigilante de la corrección ecológica de sus progenitores. El proyecto de adecuación ecológica del capitalismo se diseña por una burocracia de expertos consciente de representar los imperativos de supervivencia de la sociedad de masas: cada aspecto de la vida, cada detalle del comportamiento, se convertirá en objeto de control estatal. Los datos, las estadísticas, las cifras de la propaganda catastrofista, asegurarán la aceptación de las disciplinas por venir, la adhesión al poder burocrático que afianzará la supervivencia colectiva mediante la coacción. Los decrecentistas y su 'gozosa embriaguez de la austeridad compartida', con su 'paraíso del decrecimiento convivial', asoman como vanguardia de un racionamiento voluntario, auguran un nuevo arte de consumir entre las ruinas de la abundancia mercantil, militan ya a favor del encuadramiento consentido, la sobresocialización, la reglamentación, la pacificación de los conflictos; expresan en su sueño pueril de una 'transición' sin lucha, el miedo a unos desórdenes en los que la libertad y la verdad se encaren abiertamente. ¿Quién se opondrá al mantenimiento de la organización social que permitirá salvar a la humanidad, el planeta y la biosfera? Las protestas 'antiliberales' no hacen más que deplorar la desaparición del 'Estado social' y su 'cultura del servicio público', rebajándose a exigir su restablecimiento. El ciudadanismo, en todas sus variantes, formula y desarrolla 'la demanda social de protección ante la catástrofe': la llamada sociedad civil que reclama normas y control. El proyecto burocrático de gestión sostenible del desastre, desde el momento en que va más allá de una responsabilización consistente en lavarse los dientes cerrando el grifo o en ir al supermercado ecológico compartiendo vehículo para reducir la huella del carbono, se topa con demasiados obstáculos como para lograr efectivamente una estabilización a escala mundial; los estados de excepción ecológicos que tendrá que decretar la burocracia, especialmente en los países más civilizados o sobresocializados, no resolverán nada. ¿Quién rehusará alistarse en la Unión Sagrada para la salvación del planeta? Sólo podemos contar con lo que los individuos hagan libremente por sí mismos.