jueves, 26 de enero de 2012

Rafael Sánchez Ferlosio, "Mientras no cambien los dioses nada habrá cambiado" [2002]


"Nunca los muertos empañaron la gloria de una guerra ni deslucieron el esplendor de una batalla, sino que la sangre fue siempre su guirnalda más hermosa y más embriagadora. No hay nada en este mundo equiparable al aura arrebolada de la sangre y de la muerte para adornar y ennoblecer ante los ojos de los hombres, los estandartes de cualquier empresa. La sangre y la muerte no solamente aducen convicción, generosidad, altura de miras en los muertos, sino que también reflejan elevación, dignidad y certidumbre para la Causa por la que murieron. Nadie logró jamás tener tanta razón como los muertos, ni hubo nunca argumento más poderoso que sus muertes para dejar a la Causa irrefutablemente convencida de sí misma y convencidos de ella a los demás. Las muertes son las que siempre han consagrado como verdadera y justa y grande y santa cualquier Causa, y poder decir de ella "Es la causa por la que derramaron su sangre nuestros padres y nuestros abuelos" ha sido siempre un argumento legitimador infinitamente más fuerte y más definitivo que el contenido de la Causa misma. Nunca es el contenido de la Causa el que se alega para legitimar y justificar la sangre derramada, sino ésta la que siempre es esgrimida como el aval indiscutible de la justicia, la razón y la bondad de cualquier Causa, por delirante, estúpida o sórdida que sea. Que la llamada Causa del Progreso -hoy prácticamente reducida a la innovación cualitativa en la tecnología- esté sujeta a accidentes no es considerado como un defecto o culpa que haya que achacarle, sino como una suerte de portazgo o de peaje que legitima la entrada en circulación de la nueva mercancía, o hasta la credencial que avale y ennoblece al portador para poder presentarla dignamente ante cualquiera. Se diría que la sangre y la muerte son a los ojos de los hombres el más seguro y acreditado título de garantía sobre el valor de cualquier cosa; y aquello que haya costado sangre y muerte aquello mismo tienen por lo más valioso."

(Rafael Sánchez Ferlosio, "Mientras no cambien los dioses nada habrá cambiado", 2002.)

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