viernes, 20 de enero de 2023

Octavio Monserrat, Rubén Vega y Francisco G. Orejas, "Hay una luz en Asturias... Testigos de las huelgas de 1962" [2002]


"«Sancionaron a siete picadores»; «despidieron a siete de la Nicolasa».El 6 de abril de 1962, como una corriente eléctrica, gritos en forma de rumores recorrían el mercado y las calles de Mieres, la villa hundida en el centro de la cuenca del Nalón. Al día siguiente, no se trabajó en el pozo. Los mineros acudieron a la bocamina, se miraron, se contaron y confirmaron su determinación. El 9 apagaron los hornos de la Fábrica de Mieres, 3.300 trabajadores en huelga. La escena se repitió los días siguientes: los obreros concentrados en los pozos, a la hora de su turno, se sostenían con la mirada, se comunicaban con ojos brillantes y decididos, y se volvían por donde habían venido. El ritual recibió el sobrenombre de «huelga de silencio».
Pocos días después, los paros se habían extendido a la cuenca contigua del Caudal, luego a Gijón, a los pozos más lejanos del otro lado de la Montaña, a León. Las noticias llegaban cada vez de más lejos: huelgas de solidaridad en Vizcaya, Guipuzcoa, Barcelona, Madrid. El 15 de mayo, el mismísimo ministro secretario del Movimiento y de Relaciones Sindicales, José Solís Ruíz, se personó en Oviedo. Autorizaba las asambleas en los centros para que eligieran comisiones y representantes legítimos. Lo insólito: el gobierno estaba dispuesto a negociar. Conviene recordar: la huelga era entonces «delito de sedición». Con una situación que se deslizaba por derroteros inciertos, Franco dictó una importante subida del precio de la hulla. En la práctica daba cumplimiento a las reivindicaciones."

("Por qué fracasó la democracia en España. La Transición y el régimen del '78", Emmanuel Rodríguez López, 2015.)

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