martes, 23 de julio de 2019

Gillo Pontecorvo, "La batalla de Argel" [1965]


En la lejana primavera de 1945, aquel 8 de mayo que se recuerda como el Día de la Victoria en Europa tras la rendición incondicional de la Alemania nazi, ocurrieron las masacres en las ciudades argelinas de Sétif y Guelma. El ejército francés, ayudado por la policía, la legión extranjera y los colonos organizados en milicias, festejaban la liberación encadenando el territorio norafricano a la metrópoli con el estruendo de las armas: ahogaron en sangre el clamor argelino de independencia ejecutando decenas de miles de árabes mientras en las catedrales de Europa doblaban las campanas por el triunfo de la democracia frente a la tiranía. ¿Cómo podría aplacar la inexistencia de una unida conciencia humana el resurgir del ruido ensordecedor de los sufrimientos provocados por el colonialismo? Diez años después de esta masacre, sepultada en otra de las fosas comunes de la historia, el Frente de Liberación Nacional y las autoridades coloniales francesas, libraron La Batalla de Argel. Terrorismo (organización piramidal, ejecución de traidores e indeseables, asesinatos discriminados por la espalda, uso de explosivos, incitación al terror) y contraterrorismo (atentados paramilitares, suspensión del Estado de Derecho, militarización de áreas conflictivas, prisión, torturas, detenciones arbitrarias).

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