miércoles, 3 de julio de 2019

Günther Anders, "Nosotros, los hijos de Eichmann. Carta abierta a Klaus Eichmann" [1988]

¿Se imaginan que Klaus Eichmann, el hijo del infame Adolf Eichmann, el responsable de la planificación burocrática de la Solución Final nazi, hubiera aceptado la proposición de Günther Anders de unirse al movimiento de los adversarios del armamento nuclear? Tristemente, Klaus no contestó a ninguna de las dos misivas que componen este volumen, "Nosotros, los hijos de Eichmann", en el que Anders, impulsor del movimiento antinuclear internacional, profeta de la era del totalitarismo técnico, nos avisa de que en el imperio de la megamáquina, todos nosotros, incapaces de representarnos los desmesurados efectos de nuestras acciones, condenados a concentrarnos en minúsculos segmentos del proceso de acción global, devenidos en piezas mecánicas de un mundo máquina, somos hijos de Eichmann, o al menos, hijos del mundo de Eichmann.


"El trasfondo de esta carta es 'lo monstruoso'.
¿A qué llamo 'lo monstruoso'?

1) A que haya habido una aniquilación institucional e industrial de seres humanos; de millones de seres humanos.
2) A que haya habido dirigentes y ejecutores de estos actos:
Eichmann serviles (hombres que aceptaron estos trabajos como cualesquiera otros y que se excusaron apelando a las órdenes recibidas y a la lealtad);
Eichamnn viles (hombres que aspiraron a estos cargos);
Eichmann obstinados (hombres que aceptaron el riesgo de perder totalmente su humanidad con tal de gozar de un poder total);
Eichmann ambiciosos (hombres que realizaron lo monstruoso precisamente porque lo monstruoso les era insoportable; es decir, porque no hubieran podido demostrar su inquebrantabilidad de otra forma);
Eichmann cobardes (hombres contentos de poder cometer por una vez lo infame con buena conciencia; esto es, no sólo como algo no prohibido, sino incluso como algo prescrito).
3) A que millones de personas fueran llevadas a, y mantenidas en, una situación de la que nada sabían. De la que nada sabían porque no querían saber nada; de la que no querían saber nada porque no tenían derecho a saber. Así pues, millones de Eichmann pasivos.

Sin esta evocación de lo monstruoso que fue realidad nos es imposible avanzar un solo paso. Aunque con ella, ciertamente, sólo avanzaremos algunos. La oscuridad en la que nos adentramos a través de la rememoración sólo servirá de algo si somos capaces de sacar provecho de ella y la transformamos en otra cosa. Debemos transformarla

1) en la conciencia de que lo que ayer fue realidad, en la medida en que sus fundamentos no han cambiado esencialmente, también hoy puede ocurrir, todavía u otra vez; en la conciencia de que, por tanto, probablemente la época de lo monstruoso no ha sido un simple interregno; y
2) en la decisión de combatir sus posibles repeticiones.

Estas transformaciones no aminorarán nuestra oscuridad. Tanto menos cuanto que las repeticiones de lo monstruoso no son sólo posibles (enseguida veremos por qué, sino probables; y porque la probabilidad de que ganemos la batalla contra su repetición es menor que la de perderla. Pero nuestra derrota sólo quedará sellada si decidimos no escrutar los fundamentos de lo ocurrido, si no descubrimos con claridad lo que propiamente hemos de combatir. Precisamente por eso mis amigos y yo hemos de ir a las raíces de las cosas."

(Günther Anders, "Nosotros, los hijos de Eichmann. Carta abierta a Klaus Eichmann", 1963-1988.)

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