Llegados a este punto de total y resignada desidia, apenas un brillo de esperanza luce en torno a los improbables y magníficos acontecimientos que deberían sucederse durante el Fin del Mundo: ya un anhelado espectacular Día de la Ira. Sencillamente, tristeza maldita, ese día, cotidiano, rutinario, fatigoso, será otro día de extenuante trabajo, en el que habrá que aguantar a una legión de idiotas impetuosos al volante y acometer a disgusto las molestas órdenes de los superiores en busca de la carnaza que sirva como nutriente pecunario. Los destellos divinos que son consuelo tornarán en sórdidos bálsamos del tedio supremo: influencers indecentes sobreidentificados, polvos guarros en el capot del automóvil, literatura exprés, siestas súbitas o canciones de radiofórmula.
Disfruten el sainete.
viernes, 16 de agosto de 2024
Radu Jude, "No esperes demasiado del fin del mundo" [2023]
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