jueves, 23 de febrero de 2023

Dani de la Torre, "La sombra de la ley" [2018]


Cuando ocasionalmente gruñíamos por el parco trato dado a la Barcelona de los años del pistolerismo por la industria cinematográfica, solitaria me viene la adaptación de "La verdad sobre el caso Savolta" de Antonio Drove, no alcanzábamos a imaginar que un acercamiento tan mendaz como el ofrecido por "La sombra de la ley" de Dani de la Torre pudiera estar en proyecto. Es un desbarre que no se merece ninguno de los agentes implicados en la guerra social de la rosa de fuego durante aquellos años. Ni los obreros de La Canadiense, ni Salvador Segi, ni los 'grupistas', ni tampoco el infecto Barón de Koëning, ni siquiera el cabronazo mayor, el sanguinario Martínez Anido. Es un delirio absurdo sin atisbo de consistencia, sin ápice de rigor, asombrosamente torticera, que tiene la desfachatez de acabar con el señalamiento de la fecha obejtiva de instauración de la dictadura de Primo de Rivera, como si la fábula contada fuera la operación urdida que empujó el pronunciamiento militar. Creo que odio los planos secuencia circulares. Me voy con las cabilas de Abd el-Krim.

miércoles, 22 de febrero de 2023

Dalibor Matanić, "El último artefacto socialista" [2021]


Desconcertadamente entrañable. Un viaje a un pueblo desangelado de los Balcanes, Nuštin, al que Oleg, un negociante taimado y extrovertido, hábil vendedor de ilusiones, arriba, junto al taciturno y retraído Nikola, para poner en marcha la otrora joya motor económico del pueblo: la fábrica de turbinas. Resulta entrañable porque, durante su transcurso, asistimos al rearme de una añorada dignidad obrera: el restablecimiento de un vigorizante entusiasmo colectivo que rememora el control obrero en las industrias yugoslavas; y resulta desconcertante porque ausente ese ánimo productivo, única chispa de proyecto común, sólo quedan las cicatrices supurantes de una cruenta guerra, la melancolía alcohólica y el aislamiento glacial. Sin ni siquiera sonar black metal. ¡Larga vida a los Janda del mundo!

martes, 21 de febrero de 2023

Strangis Guajes, "Coherencia" [1994]


En bucle desde la adolescencia: entre los temas principales del hardcorepunk patrio. Curiosamente, por abominar de los coherencialistas regionales, que son unos plastas. Constante calculado postureo, pensamiento raquítico incapaz de sostener más de tres contradicciones, trucha afición al escudriñamiento ajeno solo consecuente con una apasionada inclinación a emitir sentencias engorrosas, vehemente corsé identitario, incapacidad de comunicar nada relevante, preocupación paranoica por el qué dirán, mascarada disruptiva, dogmatismo pueril, estupidez peligrosa: ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Peña de la que alejarse. No ha elegido Strangis Guajes el mejor escenario para volver. Si tuviera disponibilidad iría en peregrinación: ojalá tener la posibilidad de verlos en otro lado.

lunes, 20 de febrero de 2023

David Graeber, "La utopía de las normas. De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia" III [2015]

En "La tiranía de la falta de estructuras", Jo Freeman mostraba, sustentándose en la experiencia de los primeros círculos del feminismo de los años sesenta, una dinámica organizativa viciada de los colectivos reunidos en asamblea: primero una suerte de anarquismo inicial, improvisado sobre la marcha, que asume tácitamente la irrelevancia de mecanismos formales de control; seguido de un crecimiento cuantitativo que invariablemente hace surgir camarillas informales, en las que pequeños grupos de aliados comienzan a controlar la información, a imponer agendas y a acumular poder de múltiples maneras sutiles y diferentes; para culminar, a propuesta de Jo, en la asunción de la necesidad de mecanismos formales, cuya pretensión sería evitar este acaparamiento de poder comiteril informal.
Un leninista retorcerá la argumentación para, pretendiendo acotar la arbitrariedad, proponer la necesidad de un Comité Central institucionalizado que saque al poder de las sombras y lo haga transparente; promoverá la creación de una 'estructura formal de rendimiento de cuentas' en la cuestionable aceptación de que es más fácil limitar el poder de una camarilla si se le concede estatus y legitimidad.
Graber recogerá este debate como muestra de dos formas comunes de militante utopismo materializado: por una parte, un antiatutoritarismo que, en su énfasis en la síntesis creativa y la improvisación, ve la libertad básicamente en términos del acto de jugar, y por otro lado, un republicanismo tácito que cree que la libertad es la capacidad de reducir todas las formas de poder a un conjunto de reglas claras y transparentes: una noción burocratizada de libertad lanzada hacia el sueño de un mundo en el que el acto de jugar esté limitado mientras todos los aspectos de la vida se reducen a alguna especie de juego regido por elaboradas normas.

domingo, 19 de febrero de 2023

David Graeber, "La utopía de las normas. De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia" II [2015]

En síntesis, Graeber decía que la libertad es la tensión que se da en el libre acto de jugar de la creatividad humana contra las normas que esta está constantemente generando. Un bello ejemplo lo saca del lenguaje. Por un lado, una imagen clásica de la opresión en el ámbito escolar: la institutriz golpeando en los nudillos a un muchacho que no se ha aprendido la lección gramatical; por otro, la imposibilidad comunicativa, el balbuceo inconexo, resultante de la falta de convenciones lingüísticas (semánticas, sintácticas, fonéticas). No hay lenguaje sin gramática, ni lenguaje que no esté en permanente cambio. ¿Por qué los lenguajes cambian incluso en aquellas sociedades en las que se han creado elaboradas estructuras institucionales para asegurarse de que no suceda? Por mera rebeldía, porque resulta aburrido llamar a las cosas de la misma manera, por mera diversión, porque a los seres humanos les gusta jugar e inventarse nuevas reglas. La tensión entre el juego y jugar se manifiesta en dos tendencias contradictorias del campo social: la tendencia a jugar de modo creativo, porque sí, y la tendencia a mostrarse de acuerdo con quien repruebe por arbitrarias las nuevas reglas.

sábado, 18 de febrero de 2023

David Graeber, "La utopía de las normas. De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia" [2015]

En varias ocasiones he parafraseado la visión pesimista sobre la idea de la revolución del cineasta checo Jan Svankmajer,
"Creo que la revolución no soluciona los problemas de la civilización. No obstante, eso no significa que uno no deba rebelarse o impulsar una revolución. Creo que los periodos más felices de la humanidad los encontramos en los periodos en los que la represión vigente comienza a perder sus poderes como consecuencia de la presión revolucionaria y la nueva represión, que se llevará a cabo con el poder -sea como resultado de una victoria de la revolución o de la contrarrevolución- no ha empezado su tarea. Semejante 'caos anarquista' es un agujero negro de libertad. Esto fue por ejemplo, la segunda mitad de los años sesenta en Checoslovaquia."
En similar estela, David Graeber, en el primer ensayo de "La utopía de las normas" retomaba la cuestión central revolucionaria,
"¿Cómo se consigue un cambio fundamental en la sociedad sin poner en marcha un proceso que acabe con la creación de una nueva burocracia violenta? ¿Es el utopismo un problema, es decir, la idea misma de imaginar un mundo mejor y luego llevarlo a la práctica? ¿O se trata de algo en la propia naturaleza de la teoría social? ¿Deberíamos, pues, abandonar la teoría social? ¿O es que la noción de revolución posee un fallo inherente? [...] ¿Cómo asegurarse de que quienes pasan por la experiencia revolucionaria no se organizan de nuevo bajo otro nuevo epígrafe (el pueblo, el proletariado, la multitud, la nación, la 'ummah', lo que sea) que dé lugar a la construcción de un nuevo conjunto de normas, regulaciones e instituciones burocráticas en torno a sí mismo y que inevitablemente creará nuevas formas de policía para obligar a su cumplimiento?"
Una guía la tomaba Graeber de los situacionistas, con sus actos creativos de subversión, que pretendían apuntar a la detonación de una explosión social cuyo control fuera imposible, o de los anarquistas estadounidenses contemporáneos de misma tradición, sin la aspiración milenaria, del Colectivo de Trabajadores CrimethInc., que querrán mantener una desafiante e insistente voluntad de actuar como si uno ya fuera libre, aun sin la seguridad de apuntalar un enfoque contribuyente a una incierta estrategia general; o del feminismo que pone en el centro la inmediatez de la vida y un intento de organizarse de modo no burocrático; o del Movimiento de la Justicia Social alrededor de las Cumbres del Comercio, o de las acampadas del 2011.
Respecto a la Comuna de París, la Revolución española o Mayo del 68, Graeber mostraba cierta perplejidad, por tratarse de inesperadas insurrecciones que momentáneamente arrancaron el protagonismo a las fuerzas burocráticas en liza: ¿cómo el mismo público que dos meses antes había votado mayoritariamente por fuerzas sociales que defendían una democracia social moderada se encontraba de repente dispuesto a arriesgar la vida por cambios sociales radicales?
En otro texto, "Reflexiones sobre la guerra", Simone Weil apuntaba hacia la aporía, al menos hasta nuevo aviso, de la guerra revolucionaria,
"La guerra revolucionaria es la tumba de la revolución y lo seguirá siendo mientras no dé a los propios soldados, o más bien a los ciudadanos armados, el medio de hacer la guerra sin aparato dirigente, sin presión policial, sin jurisdicción de excepción, sin penas para los desertores. La guerra se hizo así una vez en la historia moderna, a saber, en la Comuna [de París]; y no se ignora cómo terminó. Parece que una revolución comprometida en una guerra no tenga más elección que sucumbir bajo los golpes asesinos de la contrarrevolución, o transformarse ella misma en contrarrevolución por el propio mecanismo de la lucha militar. Las perspectivas de revolución parecen entonces muy limitadas, pues ¿puede una revolución evitar la guerra? Es, sin embargo, por esta débil posibilidad por la que hay que apostar, o abandonar toda esperanza."

martes, 7 de febrero de 2023

Amin Maalouf, "Las cruzadas vistas por los árabes" II [1983]

habiendo concluido "Las cruzadas vistas por los árabes" de Amin Maalouf, tendría que mencionar la fascinante y suicida secta de los asesinos, determinante en los siglos cruzados, al santo rey Nur al-Din, temprano hábil propagandista de la yihad, a su lugarteniente Shirkuh, genio militar héroe de la campaña en Egipto, a su sobrino, el gran Saladino, reconquistador de Jerusalén, firgura prominente en Oriente Medio, o al fiero sultán Baybars, el mameluco, antiguos esclavos que derribaron la dinastía ayubí, que encauzó las batallas previas a la definitiva expulsión de los francos cruzados; pero dejen que saque a colación a Federico II de Hohenstaufen, 'stupor mundi', y la curiosa amistad que entabló con al-Kamel "El Perfecto", hermano de Saladino, aclamado anticruzado, también vilipendiado por aquel extraño arreglo por el que cedió la Ciudad Santa sin cruenta batalla al emperador germano-romano: dicen del extraordinariamente culto Federico II, conocedor del árabe entre otras lenguas, que no se sentía más próximo al cristianismo que al islam, 'con toda seguridad ateo' dirá de él el cronista damascense Sibtr Ibn al-Yawzi, y que, como al sultán sirio-egipcio, que quería facilitar un Estado tapón para contener a sus enemigos, sólo le interesaba Jerusalén por consideraciones políticas, la respetabilidad de súbditos, aliados y enemigos; estas consideraciones les indujeron a firmar, en febrero de 1229, un inaudito tratado por el que Jerusalén quedaba de nuevo bajo dominio occidental, una afrenta por la que al-Kamel será tildado de traidor; la actitud de Federico II al entrar en la Santa Ciudad no fue la del cruzado prototipo: en en la Cúpula de la Roca se mofará de la Trinidad cristiana, y allí sugerirá que los 'frany' son unos cerdos, y según su guía, el cadí de Nablus Shams al-Din, encargado de ofrendarle las llaves de Jerusalén,

"Cuando el emperador, rey de los frany, vino a Jerusalén, me quedé con él como había pedido al-Kamel. Entré con él en el Harun al-Rashid donde recorrió las pequeñas mezquitas . Luego fuimos a la mezquita al-Aqsa, cuya arquitectura admiró, así como a la Cúpula de la Roca. Le fascinó la belleza del púlpito y subió por sus esclaeras hasta llegar arriba. Al bajar, me tomó de la mano y me llevó de nuevo hasta al Al Aqsa. Allí encontró a un sacerdote que quería entrar en la mezquita, evangelio en mano. Furioso, el emperador empezó a increparlo rudamente: '¿Quién te ha traído a este lugar? ¡Por Dios, que si uno de vosotros vuelve a atreverse a poner los pies aquí sin permiso, le saco los ojos!' El sacerdote se alejó temblando. Aquella noche le pedí al almuecín que no llamar a la oraciónpara no incomodar al emperador. Pero éste, cuando fui a verlo al día siguiente, me preguntó: 'Oh cadí, ¿por qué los almuecines no han llamado a la oración como suelen?' Le contesté: 'Se lo he impedido yo por consideración hacia tu majestad. No habria debido actuar así -me dijo el emperador- pues, si he pasdado esta noche en Jerusalén, ha sido sobre todo para oír la llamada del almuecín de noche."

lunes, 6 de febrero de 2023

Lucia Berlin, "Manual para mujeres de la limpieza" [2015]

No había leído la antología de relatos de Lucia Berlin, el "Manual para mujeres de la limpieza", working class hero, cuidado: 'en la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados'. Me gusta la peña que aun reflejando implacablemente la brutalidad de la vida muestra una inteligente compasión ante la fragilidad humana. Llego demasiado tarde a las novedades. Y son demasiadas.
Los relatos sobre su labor como administrativa en hospitales y salas de urgencias me han gustado mucho, son ya unos cuantos meses rondando centros de salud, y a veces, su ruda mirada atina muy bien.
Una consideración constatable por quienes pasan largas jornadas en urgencias, motivo habitual de queja por los trabajadores del gremio,
"Aún más agotador, y la verdadera causa de la tensión y el cinismo, es que muchos de los pacientes que atendemos en Urgencias no solo no son urgencias, sino que no les pasa absolutamente nada. Al final acabas deseando ver una buena puñalada o una herida de bala. Todo el día, toda la noche, viene a Urgencias gente que ha perdido un poco el apetito, que está estreñida, que tiene tortícolis, que orina rojo o verde (que invariablemente significa que han comido remolacha o espinacas).
¿Y oyen todas esas sirenas en mitad de la noche? Más de una de ellas va a recoger un viejo borracho que se ha quedado sin oporto Gallo."
U otra sobre las enfermeras, que revela también algún asunto relacionado con alguna otra enfermedad de la enfermedad,
"Mi actitud hacia las enfermeras ha cambiado mucho. Solían parecerme inflexibles y despiadadas. Ahora sé que el problema es el hartazgo. He comprendido que la indiferencia es un arma contra la enfermedad. Combátela, acaba con ella. Ignórala, si quieres. Ceder a los caprichos de un paciente solo sirve para que le tome el gusto a estar enfermo, esa es la verdad pura y dura."
También trata el suicidio con una cabronería lejana a la prolífica legión pobladora gazmoña: su fuerza vital le hace sospechar de las razones suicidas,
"Los borrachos están indefectiblemente solos. Los suicidas vienen acompañados al menos por otra persona, en general varias más. Que tal vez era la idea en un principio. Mínimo dos agentes de policía de Oakland. Al final he entendido por qué el suicidio se considera delito.
Las sobredosis son lo peor. Siempre la misma historia. Las enfermeras suelen estar demasiado ocupadas. Les dan alguna medicación, pero entonces el paciente tiene que beber diez vasos de agua. (Esas no son las sobredosis críticas con lavado de estómago.) A veces estoy tentada a meterles los dedos para que vomiten. Hipidos y lágrimas. 'Tenga, un vaso más'.
Hay suicidios 'buenos'. O 'buenas razones', muchas veces, como una enfermedad terminal, el sufrimiento. Pero a mí me impresiona más una buena técnica. Balas que atraviesan el cerebro, venas cortadas como es debido, barbitúricos decentes. Esa gente, aunque no lo consiga, transmite una paz, una fuerza, que quizá sea fruto de una decisión meditada.
Son los reincidentes los que me exasperan: las cuarenta cápsulas de penicilina, los veinte Valium y un frasco de espray nasal Dristan. Sí, ya sé que estadísticamente la gente que amenaza o que intenta suicidarse al final lo consigue. Estoy convencida de que siempre es por accidente. John, que suele volver a casa a las cinco, pinchó un neumático y no llegó a tiempo de rescatar a su esposa. A veces sospecho que se trata de una modalidad de homicidio involuntario: el marido, o el salvador de turno, al final se cansa de aparecer justo en el momento preciso."