jueves, 27 de febrero de 2020

María Rosa Gálvez, "Safo" [1804]

"Se dice que Faón, héroe de Lesbos, rudo y pobre barquero, ayudó a pasar la orilla a una anciana y, como se apiadó de ella, no quiso cobrarle; resultó ser Afrodita, escondida bajo un disfraz. En recompensa, ésta le ofreció un ungüento que le procuró una gran hermosura. Faón, indolente, rechazó el amor de todas las mujeres de la isla, una tras otra; entre ellas estaba Safo, la cual, como pago al desdén, se precipitó desde el peñasco de Léucade, el mismo que serviría a Nireo para darse muerte después de un desengaño amoroso."

(Ramón Andrés, "Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente", 2015.)


Maria Rosa Gálvez, la patria escritora ilustrada, bajo el ropaje formal neoclásico, se inspiró en una de las famosas leyendas asociadas a la figura de Safo, la que sitúa su suicidio, despechada por Faón, en las rocas de Léucade, para confeccionar una breve tragedia de sensibilidad romántica, dominada por la pasión amorosa exaltada de la inmortal poetisa. Una obra situada en una Atenas mítica, atravesada por anacronismos estridentes, que presenta una Safo alejada de su pedagogía erótica, presa de una violencia pasional que no se corresponde con el refinamiento de su legado amoroso. Y sin embargo, la gloria atraviesa a esta iracunda Safo cuando defiende la unión amorosa libre, sin trabas burocráticas ni sacramentales,

"preferí ser su amante, a ser su esposa,
que amor de libres corazones dueño
huye un lazo que impone obligaciones",

y cuando en el apogeo de su rencor, declama a las mujeres de Leucadia resentida bilis negra,

"... ¡Mujeres de Leucadia!
Vosotras que miráis en mí el ejemplo
de la negra perfidia de los hombres,
abominad su amor, aborrecedlos;
pagad sus rendimientos con engaños,
pagad su infame orgullo con desprecios;
giman a vuestros pies; vengadme todas;
humillad para siempre esos soberbios."

(María Rosa Gálvez, "Safo", 1804.)

miércoles, 26 de febrero de 2020

Safo de Mitilene, "Lo más bello" [principios del siglo VI antes de Cristo]

"Unos dicen: una tropa de jinetes; otros: de infantes
algunos: las naves son en toda la tierra sombría
lo más hermoso; pero yo:
lo que uno ama.

Es muy fácil hacer que cualquiera lo comprenda
porque ella, cuya belleza superó a la de
otras, Helena,
(abandonó) al mejor (hombre)

y destruyó (toda) la grandeza de Troya,
(no) pensó ni en su hijo ni en sus padres,
sino fue seducida
(no contra su voluntad)

¡Cipris! (Muy) versátil es el corazón
(de las mujeres y) (Pothos lo hace aletear)
(él) me recuerda ahora a Anaktoria
que está ausente.

Preferiría ver su gracioso andar
y el claro destello de su rostro
y no los carros de los lidios
y sus jinetes que luchan con sus armaduras."


Lo más hermoso es lo más justo; lo más provechoso, la salud; y lo más grato, lograr lo que amamos. Era una inscripción de un santuario heleno dedicado a Leto. ¿De dónde proviene la fascinación que despierta en los hombres los imponentes instrumentos de guerra? Se disputaría también en Lesbos cuáles eran las armas más hermosas de las usadas por el hombre en el combate: la lidia caballería, el noble combate singular o la sofisticada flota naval. Todavía pervive el entusiasmo por el brillo y la nobleza de las armas. Qué poco se sabe de las cosas bellas. Safo lo expresaba con su precioso recato y su encantada sabiduría: lo más hermoso está allí dónde se dirige el amor. Y la consciencia del magno peligro que encierra, ¿no fue Troya destruida por el poder subyugador de Afrodita, por la radiante belleza de Helena? La gran potencia anímica de Cipris se impuso desde el principio de los tiempos como potencia arrebatadora que definía los grandes destinos. O como enseñan quienes comprenden,
'la pompa ruidosa de la lucha pesa poco comparada con lo más liviano, lo que se desvanece, y el ejército más poderoso de aquélla época debe medirse con el paso de ronda de una joven y con la luz que huye de su rostro'.

lunes, 24 de febrero de 2020

Safo de Mitilene, "Himno a Afrodita" [principios del siglo VI antes de Cristo]

"A ti, en tu trono multicolor, inmortal Afrodita,
hija de Zeus, tejedora de ardides, yo te suplico:
¡no me paralices con melancolía y hastío,
oh, soberana, el ánimo!

Ven aquí, como hacías antaño,
cuando oyendo mi voz desde lejos
me escuchabas y abandonando la casa paterna
venías.

Unciendo al carro dorado bellos y veloces
te traían alrededor de la oscura tierra,
batiendo velozmente las alas en remolino, desde el cielo
a través del éter.

Llegaban pronto y tú, bienaventurada, sonriendo
con tu inmortal rostro preguntabas
cuál era mi padecimiento y por qué
te llamaba nuevamente.

Y que lo que más deseara en mi corazón atormentado
lo tendría. ¿A quién pretendes que Peitho conduzca
hacia tu amor? ¿Quién, oh, Safo,
te causa pena?

Pues si ahora huye, pronto perseguirá,
si no acepta regalos, en cambio ella te lo dará,
y si no ama, ¡pronto amará
aun contra su voluntad!

¡Ven hacia mí también ahora! ¡Líbrame
de pensamientos tristes y haz
que se cumpla lo que mi corazón ansía!
¡Sé tú misma mi compañera de lucha!"


En lo que se conoce como "Himno a Afrodita", Safo canta, sutilmente, probablemente durante un banquete para celebrar a la diosa, un requerimiento velado dirigido a una de las muchachas que componían su círculo. Safo, que reza devota, movida por una profunda necesidad de su corazón, suplica, con insinuación, piedad, salvación, ayuda, realización de sus deseos, haciendo hablar por ella a la mismísima Cipris. Ya una vez le auxilió Afrodita y colmó su ansia, ¿no podrá volver a liberarla del sufrimiento? ¿Y qué clase de sufrimiento ha de paliar? El sufrimiento por el tedio de la vida, el hastío melancólico que extingue la llama de la vida: Safo ruega a la diosa que no le contenga, paralice, quiebre, que el hastío no mate su voluntad de vivir.

jueves, 20 de febrero de 2020

Eurípides, "Medea" [431 antes de Cristo]

Medea, la sabia hechicera, la valiente amante que renunció a su patria y a su familia por el amor de Jasón, despechada, herida en su altivo orgullo, el antaño comandante de los Argonautas la ha repudiado aceptando contraer matrimonio con la hija del rey de Corinto, Creúsa, planea su terrible venganza: asesinará al rey Creonte y a su hija, la prometida de Jasón, y, horrible desenfreno, también asesinará a sus propios hijos, Mérmero y Feres. Una antiquísima historia de celos y venganza, las pasiones destructoras de Medea. Y el primer ejemplo de drama erótico de Eurípides que ha llegado a nosotros, una obra presentada al concurso ateniense el mismo año en que estalló la Guerra del Peloponeso, en la que el inmortal poeta expresa abiertamente, a través de la bárbara y criminal Medea, las quejas de las mujeres atenienses, sin libertad para escoger su boda, sometidas a un marido que desconocen...


"MEDEA. Mujeres de Corinto, he salido de casa para que no me censuréis. Pues bien sé que son muchos los mortales que han nacido orgullosos -unos se ocultan a la vista, otros se muestran en la puerta-; algunos, al contrario, con sus modos suaves, han adquirido la fama deshonrosa de incapaces. Pues no existe justicia en los ojos del mortal, que antes de conocer a fondo los sentimientos de otro hombre le odia con sólo haberlo visto, sin recibir agravio.
Un extranjero debe hacerse solidario con la ciudad al máximo: tampoco alabo al ciudadano que por soberbia zahiere a sus conciudadanos, en su ignorancia. A mí este suceso inesperado que me ha caído encima, me ha destrozado el alma: estoy desecha y, perdida la alegría de vivir, deseo la muerte, amigas. Pues aquel hombre en quien estaba todo para mí, lo sé bien, mi esposo, ha resultado el ser más miserable.
De cuantas cosas tienen vida y pensamiento, nosotros las mujeres somos el ser más desgraciado. Pues, primero, debemos con derroche de riquezas comprarnos un esposo y consentir un amo de nuestro cuerpo: éste es un mal mayor que cualquier mal. Y hay el riesgo más grande de tomar un esposo malo o bueno. Pues no dan buena fama los divorcios a las mujeres y tampoco es posible el negarse al esposo. Llegada a nueva y nuevas leyes debe ser adivina la mujer, pues por su casa no lo sabe, de qué clase de marido va a tener. Y si eso lo hacemos bien y nuestro esposo vive con nosotras sin soportar el yugo de mal grado, envidiable es la vida; pero si no, morir es lo mejor. Un hombre en cambio, cuando se cansa de estar con los de casa, sale fuera y libra de su hastío el corazón volviéndose a un amigo o compañero; pero a nosotras nos es fuerza mirar a un alma sola. Y dicen de nosotras que vivimos vida sin riesgo dentro de la casa y que ellos luchan con la lanza. Razonan mal: tres veces yo querría resistir a pie firme al lado del escudo mucho más que parir una vez sola.
Pero no es válido para ti y para mí este mismo discurso. Tú tienes esta tu ciudad y la casa de tu padre y el disfrute de tu vida y el trato con amigos, mientras que yo, abandonada y sin ciudad, sufro el ultraje de este hombre, botín tomado en tierra bárbara, sin tener una madre, un hermano o un pariente para allí echar el ancla lejos de esta desgracia.
Hay una cosa que deseo lograr de ti: si encuentro algún recurso, alguna trama para dar a mi esposo su castigo por estas mis desgracias, así como al que le entregó a su hija y aquella a la que dio en matrimonio, pido que calles. Pues la mujer en lo demás está llena de miedo y es cobarde en la lucha y para contemplar de frente el hierro; pero si es agraviada en su lecho, no hay cerebro que sea más asesino."

(Eurípides, "Medea", 431 a.C.)

martes, 18 de febrero de 2020

Hesíodo, "Trabajos y días" [en torno al 700 antes de Cristo]


"Oculto a los hombres tienen los dioses el sustento,
pues fácilmente, si no, podrías trabajar en un día,
para tener para el año estando ocioso.
Al punto dejarías el timón sobre el humo
y se acabaría la faena de los bueyes y los mulos laboriosos.
Pero Zeus lo ocultó irritado en su corazón
porque le engañó Prometeo de mente retorcida;
por ello urdió contra los hombres penosas calamidades
y ocultó el fuego. Robolo a su vez del sabio Zeus
para los hombres el noble hijo de Jápeto
en hueca caña, a escondidas de Zeus que goza con el rayo.
Irritado con él dijole Zeus amontonador de nubes:
'Japetiónida, que sabes tú más que nadie,
disfrutas con robarme el fuego y engañar mi mente,
enorme calamidad para ti mismo y para los hombres venideros.
A cambio del fuego dareles un mal con el que todos
gocen en su corazón mientras abrazan su propia desgracia."

Zeus va a convocar a Hefesto, Atenea, Afrodita y Hermes para crear la primera mujer: Pandora. Hefesto la moldea con agua y arcilla, Hermes le da vida y fuerza y le dota de voz, Atenea y Afrodita la visten y la adornan. Pero Hermes, junto con el don de la voz, le concede la habilidad de la mentira y una mente taimada. Prometeo, suspicaz ante los presentes envenenados de Zeus, está prevenido, comprende que del soberano del Olimpo sólo pueden provenir regalos malintencionados, y avisa cautelosamente a su hermano Epimeteo. Pero Epimeteo, 'tardo de entendederas', cae rendido ante los encantos de Pandora y la deja entrar en su casa convirtiéndola en su esposa, primera esposa de la humanidad. Instigada por Zeus, que excita incisivo su curiosidad, Pandora va a abrir la misteriosa vasija que contiene todos los males de la humanidad, condenándola para el resto de sus días a una vida de penalidades, injusticias y trabajos fatigosos. El mito de Pandora: el mito de la insaciable curiosidad de la mujer y su responsabilidad en la caída del género humano.

"Antes vivían, en efecto, las razas de hombres en la tierra
al margen de males y del molesto esfuerzo.
y de las penosas enfermedades, que traen la muerte a los hombres
(pues en la desgracia enseguida envejecen los mortales).
Pero la mujer quitó con sus manos la enorme tapa de una tinaja
y los esparció, procurando penosas cuitas a los hombres.
Solo la esperanza quedaba allí dentro en infranqueable morada
bajo el borde de la tinaja y no se salió fuera,
pues antes aquella le puso encima la tapa de la tinaja
por voluntad de Zeus acumulador de nubes portador de la égida.
Otras infinitas calamidades pululan entre los hombres,
llena está la tierra, llena está la mar de males,
y cada día hay enfermedades para los hombres, que van y vienen
a su antojo en la noche acarreando males a los mortales
en silencio, porque Zeus omnisciente las privó de habla.
Así, la voluntad de Zeus no es posible evitarla."

(Hesiodo, "Trabajos y días", en torno al 700 antes de Cristo.)

viernes, 14 de febrero de 2020

Salustio, "Historias" [siglo I antes de Cristo]


La carta recogida por Salustio en sus fragmentarias "Historias", que Mitrídates VI, rey del Ponto, reino que se extendía allá por la costa turca del mar Negro, dirige al rey de Armenia, Tigranes II el Grande, en la que le intenta convencer de que ambos formen una alianza que una sus fuerzas contra 'el insaciable deseo de mando y de riquezas' de los romanos. Los estudiosos plantean que esta carta la elaboró la propia mano de Salustio para ilustrar el fervor antimperialista de los pueblos que se veían amenazados por la expansión romana. Son unas páginas sorprendentes. Así se expresaba el temido Mitrídates en la célebre misiva,

"¿Acaso ignoras que los romanos, desde que, al avanzar hacia Occidente, les puso coto el Océano, han dirigido sus armas hacia aquí y que desde el comienzo no poseen nada que no sea robado, casa, esposas, campo, imperio? ¿Ignoras que, gente de aluvión antaño, sin patria ni padres, fundaron una ciudad para azote del mundo entero, a la que ni lo humano ni lo divino les impide devastar o destruir a aliados, amigos, vecinos o lejanos, débiles o poderosos, y que todo lo que no es esclavo suyo, y en especial los reinos, lo consideran enemigo? Pues unos pocos quieren la libertad, la mayor parte de la gente prefiero amos legales: nosotros somos sospechosos, porque somos rivales, y en el futuro seremos sus vengadores. Pero tú, que posees a Seleucía, la más grande de las ciudades, y el reino de Persia con sus célebres riquezas, ¿qué esperas de ellos sino el engaño por el momento y para después de la guerra? Los romanos tienen armas para todo el mundo, y las más afiladas para aquéllos que al ser vencidos constituyen los mayores despojos. Se han hecho grandes a fuerza de osadía y de mentiras y de encadenar guerra tras guerra. Con este proceder, o destruirán todo o sucumbirán, cosa que no es difícil, si tú en Mesopotamia y yo en Armenia copamos su ejército, que no tiene vituallas, ni cuenta con refuerzos, y que aún está en pie por azar o por nuestros fallos. Y la fama que ha de acompañarte será la de que, poniéndote en camino para ayudar a grandes reyes, has aplastado a los forajidos de los pueblos."

(Salustio, fragmentos de las "Historias", siglo I a.C.)

martes, 11 de febrero de 2020

Plauto, "El militar fanfarrón" [205 antes de Cristo]

"Las líneas argumentales de las comedias de Plauto apenas varían unas de otras: si hubiéramos de presentar un enredo arquetípico, lo haríamos hablando de un joven que ansía obtener los favores de una prostituta, a veces los de una chica decente, para cuya consecución carece del dinero preciso; un esclavo sagaz pone todos sus recursos al servicio del muchacho, engañando con astucia a su amo viejo, sin pizca de miedo a sus amenazas y posibles represalias, y con gran placer por burlarlo; un anciano que, siempre hastiado de su esposa, la mayoría de las veces trata de poner freno al libertinaje de su hijo, pero acaba en algunas ocasiones haciéndose copartícipe del mismo; un repulsivo alcahuete, que en todo momento dificulta el feliz desarrollo de la acción, obstaculizando el amor del adolescente y la meretriz, y que invariablemente acabará burlado y escarnecido... En suma, un lioso enredo de situaciones repetidas mil veces, que a la larga ofrecen como resultado un teatro de concepción típicamente infantil, incluido en ella su inevitablemente feliz desenlace."

(Carmen Cordoñer ed., "Historia de la literatura latina", 2011.)


Palestrión es el encargado de la burla en la comedia plautina "Miles gloriosus", el esclavo astuto, hábil, mentiroso, irrespetuoso, sin escrúpulos, arquitecto y comandante de la intriga, dispuesto a cualquier fechoría con tal de ayudar a Pleusicles, su amante amo, hombre joven y libre, enamorado en apuros, galán con rasgos de timidez y distracción. Para lograr la burla a Porgipolinices, será imprescindible la ayuda de Periplectómeno, el hombre viejo, anciano juicioso y comprensivo, dispuesto a colaborar generosamente
'Pues el que no ha estado enamorado, dificilmente puede comprender el alma del enamorado. Yo todavía conservo un poco de amor y vigor en mi cuerpo y todavía no estoy tan seco como para haber renunciado a todas las diversiones y todos los placeres.'
Porgipolinices es el soldado vanidoso, estúpido, fanfarrón hasta extremos insospechados, pregonero a los cuatro vientos de unos éxitos amorosos y unas hazañas militares que sólo han existido en su imaginación: el bobo petulante que será engañado.
Calibren cómo retrata Plauto a la mujer.
Filocomasia es la cortesana que corresponde al amor de Pleusicles, pero a la que los avatares de la fortuna han puesto en disposición conyugal de Progipolinices,
'Que convenza al que la vio de que no la vio. Aun cuando haya sido vista en tu casa cien veces, que pese a todo lo niegue. Tiene cara, lengua, perfidia, malicia, audacia, desfachatez, coraje, mala fe para confundir al que la acusa, con sus juramentos. Tiene un carácter fecundo en embustes, en trampas, en perjurios; es fecunda en engaños, fecunda en lisonjas, fecunda en ardides. Una mujer que tenga picardía, no necesita recurrir a ningún hortelano. Ella misma tiene en su casa una plantación de malas mañas, con los condimentos necesarios para aderezarlas.'
Acroteleutia y Milfidipa, haciéndose pasar por esposa deseosa de cometer adulterio y sirvienta alcahueta respectivamente, jugarán un papel fundamental en el definitivo plan de burla y castigo al soldado fanfarrón,
'Cuando se trata de actuar con malignidad y malicia, la mujer goza de una memoria inmortal e imperecedera. Pero cuando hay que obrar cabal y lealmente, sucede que pierde la memoria y es incapaz de recordar.'
Al final los enamorados acaban juntos y el astuto esclavo se convierte en liberto.
Y así suelen tirar las en su época exitosas comedias de Plauto.

domingo, 9 de febrero de 2020

Salustio, "Guerra de Jugurta" II [40-41 antes de Cristo]

Unas páginas célebres de Salustio: el discurso de Mario a la asamblea popular tras ser elegido cónsul. Era el año 107 antes de Cristo, durante la enquistada guerra contra el reyezuelo africano Yugurta, albor del desgarrador siglo primero, el que será último, de la República romana. La guerra civil entre 'optimamtes' y 'populares' retornaba con crudeza. Una nobleza envilecida, perezosa, henchida de un orgullo estúpido sólo sustentado en la conciencia de su linaje, se mostraba más preocupada por alimentar la vacuidad corrupta de sus placeres que por dirigir correctamente, para beneficio común, las tareas del Estado. Roma se envileció tras la destrucción de Cartago, perdió de vista la obra colectiva que puso los cimientos de su grandeza. Los 'homo novus', personificados en la figura de Mario, herederos de la virtud de los antiguos romanos, practicantes de las costumbres de los ancestros que hicieron ejemplar a Roma, 'mos maiorum', representaron para un Salustio tan crítico como moderado, la salida a la corrosiva crisis de la República romana, que tantas guerras civiles concatenó, hasta la capciosa formación del Imperio. 'Pax augusta'.


"Yo sé bien, romanos, que la mayoría se comporta de forma diferente mientras esperan de vosotros que les confiéis el poder a como lo ejercen más tarde, cuando ya lo han conseguido; antes se muestran dinámicos, humildes, mesurados; después se dejan llevar por la molicie y la soberbia. A mí me parece que hay que actuar al revés. Porque, en efecto, siendo la República toda de mayor valor que el consulado o la pretura, debe ponerse mayor interés en gobernarla que en conseguir estos cargos.
No se me oculta la gran responsabilidad que habéis echado sobre mis espaldas con vuestra enorme benevolencia. Preparar la guerra sin vaciar las arcas públicas, forzar a ir al servicio militar a quienes no querríais hacer daño, ocuparse de todos los asuntos internos y del exterior, y hacerlo rodeado de envidias, zancadillas e intrigas es, romanos, más duro de lo que a primera vista parece.
Se añade a esto que a los demás, cuando cometen alguna falta, su rancia nobleza, las hazañas de sus antepasados, las riquezas de sus parientes y afines, el gran número de sus clientes, todo ello los avala; en cambio yo tengo puestas todas las esperanzas única y exclusivamente en mí mismo, esas esperanzas que han de salvaguardarse con la honradez y el recto proceder, pues el resto de mis recursos carece de consistencia. Y de una cosa soy consciente, romanos, de que todos tienen sus ojos puestos en mí, los hombres buenos y honrados me apoyan, porque mis servicios son útiles para la República, y la nobleza está buscando una ocasión para levantarse contra nosotros. Por ello tendré que luchar con mayor energía para que vosotros no caigáis en sus manos, y que ellos queden defraudados.
Desde mi niñez hasta hoy he sido un hombre acostumbrado a soportar todas las fatigas y peligros. Y si antes de tener vuestro favor lo hacía sin esperar ninguna recompensa, no pienso, romanos, dejar de hacerlo después de haber recibido de vosotros mi paga. Para aquellos que fingen ser honestos sólo durante la presentación de su candidatura les resulta difícil mantenerse moderados en el ejercicio de sus funciones; pero para mí, que he pasado toda la vida practicando escrupulosamente la virtud, proceder con rectitud es, gracias a la costumbre, un hábito natural.
[...] Ahora pues, romanos, ponednos frente a frente a mí, un hombre nuevo, y a ellos con su arrogancia. Lo que ellos saben por haber escuchado a los maestros o por haberlo leído, yo lo he presenciado, en parte, y el resto lo he realizado personalmente; lo que ellos han aprendido en los libros, yo lo he aprendido en los campos de batallas. Juzgad ahora qué valen más, si su palabras o mis obras. Ellos me desprecian por ser un advenedizo, yo a ellos, por cobardes; a mí me echan en cara mi origen humilde, yo a ellos sus infamias. Pienso que todos somos por nacimiento absolutamente iguales, y que quienes hacen mayores obras son los que demuestran tener de verdad mejor linaje. [...]
Me envidian por la magistratura que ocupo; pues deberían envidiarme también por el trabajo, por la honradez y por los peligros a que me he expuesto, ya que gracias a éstos he recibido aquélla. Pero como son hombres hinchados de orgullo van por la vida como si despreciaran los cargos que vosotros otorgáis; pero aspiran a ocuparlos, como si fueran ciudadanos dignos. Se equivocan, por cierto, al buscar al mismo tiempo dos cosas opuestas, disfrutar de una vida cómoda y recibir la recompensa del esfuerzo.
[...] No me expreso en un lenguaje muy elegante, pero poco importa. Mis actos de valor hablan por sí mismos; ellos, en cambio, tienen que echar mano de la retórica para tapar con palabras su vergonzosas acciones. Tampoco he estudiado literatura griega; me atraía poco su estudio, cuando veía que a quienes la enseñaban no les servía en absoluto para hacerse mejores. Pero sí he aprendido una ciencia que es con mucho la más útil a nuestra patria: asestar un golpe al enemigo, hacer una guardia, temer solamente que puedan llamarme cobarde, soportar el frío y el calor, dormir en el suelo, pasar a un tiempo hambre y cansancio. Esta es la ciencia que le voy a enseñar a mis soldados; no los voy a tratar a ellos con rigor y a mí con regalo, ni voy a intentar cubrirme de gloria a costa de sus fatigas. Así como se ejerce el mando en interés de la patria y de los ciudadanos. Pues tratarse a uno con delicadeza y obligar al ejército a una excesiva disciplina, eso es propia de un tirano, no de un general [...]
Pero ¿por qué no? Que sigan haciendo lo que les gusta, lo que tienen en tanta estima: que se enamoren, que beban. que pasen la vejez como pasaron la juventud, de banquete en banquete, entregados a satisfacer a su estómago y a las partes más bajas de su cuerpo; que el sudor, el polvo y cosas como esas nos las dejen a nosotros, que gozamos más con esto que con sus comilonas. Pero tampoco está conformes así. Porque, una vez que sean envilecido con sus infamias, estos desvergonzados se lanzan contra la gente honesta para arrebatarle la recompensa de sus esfuerzos. Y así, contra toda justicia, la lujuria y la molicie, dos vicios detestables, no hacen ningún daño a quienes los fomentan, pero a la República, que no tiene culpa de nada, le acarrean la ruina.
[...] Por eso vosotros, los que estáis en edad militar, unid vuestras fuerzas a las mías y defended la causa de la República, y que ninguno se acobarde porque otros fueran derrotados o porque los generales los trataran con despotismo. Yo mismo estaré a vuestro lado como guía y a la vez como compañero en los peligros, tanto en las marchas como en los combates; y siempre me daré a mí mismo el trato que os dé a vosotros. Y estad seguros de que, con la ayuda de los dioses, todo está ya al caer: la victoria, el botín y la gloria. Y aunque estas tres cosas estuvieran en duda o se vieran lejanas, un buen ciudadano debería acudir igualmente a defender su patria. Porque nadie se ha hecho inmortal por ser cobarde, y ningún padre ha querido que sus hijos sean eternos, sino que se conduzcan como hombres cabales y honrados.
Os diría más cosas, romanos, si mis palabras alentaran a los que sienten miedo; a los valientes creo que ya les he dicho bastante."

(Salustio, "Guerra de Jugurta", 40-41 a.C.)

jueves, 6 de febrero de 2020

Salustio, "Guerra de Jugurta" [40-41 antes de Cristo]


Jugurta, quien se convirtiera en rey de los numidios, estuvo al lado de Escipión Emiliano en el sitio de Numancia, durante lo que se conoce como tercera guerra celtíbera, cuando la gran urbe y el reino norteafricano mantenían su alianza, antes de morir Micipsa, años en los que el futuro rey se familiarizó con las fortalezas y las debilidades del ejército romano. Ya enfrentado en armas a la ciudad imperial, cuenta Salustio que Jugurta, intentando ganarse la alianza de su suegro Boco, rey de Mauritania, le conminaba a formar una alianza, expresándose de esta manera sobre las viles intenciones que escondía el ansia expansionista romano,
'[...] que los romanos son el enemigo común de todos porque son injustos y avariciosos; que la razón que tienen para ponerse en guerra contra Boco es la misma que han tenido para ponerse en guerra contra él y contra otros pueblos, su afán de dominio, bajo el pretexto de que todos los reinos están contra ellos; que en este momento el enemigo es él, pero antes lo fueron los cartagineses y el rey Perseo de Macedonio, y en el futuro será enemigo para los romanos cualquiera que les parezca excesivamente poderoso',
cierto que con gran ligereza, algunos estudiosos del siglo pasado quisieron ver en Salustio a un historiador antiimperialista, por dar voz a los resistentes de la conquista romana, no sólo al rey Jugurta, que es caracterizado en "Guerra de Jugurta" como un reyezuelo ambicioso y pérfido, sino también al carismático sempiterno enemigo de Roma, el rey Mitrídates, a quien en una carta incluida en "Historias", Salustio hace expresarse en términos semejantes...

miércoles, 5 de febrero de 2020

André Malraux, "L'espoir" [1939]


"Hace unos días tuve ocasión de ver una vieja y extraordinaria película, Sierra de Teruel, rodada durante la guerra civil española en los escenarios mismos de las batallas que una parte del mundo seguía entonces con la respiración suspendida. Basada en una novela de André Malraux y dirigida por él mismo, narra en un tono casi documental las dificultades de una escuadrilla de aviadores internacionalistas llegados a España desde todos los rincones de la tierra y la muerte heroica de algunos de ellos en una última acción que logra detener provisionalmente el avance fascista. Hay tres escenas particularmente elocuentes y conmovedoras. En la primera, las mujeres y viejitos de Teruel, ante la falta de armas de fuego para defender la ciudad, acarrean enseres domésticos –cisternas, botellas, cajas y latas- que puedan ser rellenados de dinamita y convertidos en bombas. En la segunda, un campesino republicano que ha localizado la base aérea del enemigo y que no sabe interpretar un mapa, decide acompañar en el avión al comandante de la escuadrilla para señalarle desde el aire su ubicación; atónito y un poco mareado, esa visión desde lo alto de los campos en los que siempre ha vivido se le presenta como un jeroglifo o un enigma, de manera que, cuando el comandante le indica en un tono casi filosófico a través de la ventanilla “ésa es la tierra”, el campesino no acaba de creérselo: “¿la nuestra?”, perplejidad apoyada en un pronombre ambiguo que saca de pronto al aviador de su ensoñación metafísica y le devuelve al solar de la confrontación política: “no, la suya”, responde refiriéndose ahora, no ya a la casa un poco abstracta de la Humanidad, sino a las tierras concretas que los fascistas se quieren apropiar. En la tercera escena, homenaje épico a la solidaridad internacionalista, cientos y cientos de campesinos acuden a la vera del camino por el que trasladan montaña abajo, en ataúdes o en parihuelas, a los aviadores caídos en combate; las viejitas quieren saber de dónde son esos hombres que han venido desde tan lejos a defenderlas (un árabe, un italiano, un alemán) y los serranos, cocidos al sol, se quitan la boina y levantan el puño cerrado al paso de la comitiva. Rodada en 1939, cuando las últimas esperanzas españolas adelgazaban rápidamente, Sierra de Teruel se estrenó en Francia en 1945, cuando las esperanzas de victoria mundial sobre el fascismo parecían mejor fundadas, y quizás por eso la película de Malraux recibió el título con el que desde entonces se la conoce, el mismo que la famosa novela que la inspiró, L’espoir, la esperanza, un nombre que, sesenta años después, sólo sirve para agravar la melancolía del que la contempla y la insatisfacción del que no se contenta."

(Santiago Alba Rico, "La pedagogia del millón de muertos", 2006.)

lunes, 3 de febrero de 2020

Patricio Escobal, "Las sacas" [1974]


Patricio Escobal, quien fuera en 1924 jugador del Real Madrid, primer olímpico riojano en los juegos de París, ingeniero en el ayuntamiento local durante aquellos años de la Segunda República, destacado militante de Izquierda Republicana que tras el inicio de la guerra civil, giró por las prisiones locales del bando fascista: el autor de "Las sacas", un libro aclamado en nuestra tierra riojana, que relata vívamente la calculada obra de exterminio en aquel Logroño sometido.

"Hacia las diez un silencio profundo cubrió la cancha donde yacían unos novecientos hombres. Era la calma precursora de la hora de la 'Saca'. Pasarían unos treinta minutos cuando oímos el ruido de un motor acompañado del chirrido de frenos al parar frente a la puerta exterior. Un pelotón de 'camisas azules' entró en la cancha por la puerta del fondo, formando en doble fila. El suboficial que dirigía la prisión voceó lentamente de una lista nombre tras nombre, hasta hacer un total de dieciocho libertades provisionales firmadas por Bellod, el gobernador civil. La firma de la autoridad parecía dar garantías de no tratarse de un asesinato colectivo, aunque el método era una mejora técnica de la 'Ley de Fugas'."

(Patricio Escobal, "Las sacas".)

domingo, 2 de febrero de 2020

Erinna de Telos, "La rueca" [siglo IV antes de Cristo]


"Baucis infortunada: estas cosas las lloro
con profundos gemidos; y su impronta,
aún caliente, guarda mi corazón
aquejumbrado. Todo cuanto vivimos
es ya ceniza, y brazas…"

"Miserables fragmentos nos quedan de los versos de una poetisa cuya vida también nos ha sido transmitida en un solo fragmento. Erina de Telos, pequeña isla perteneciente a Rodas, siendo todavía una muchacha perdió a su amiga Baucis, que había salido de Telos en seguimiento de un hombre para casarse con él. La poetisa, de diecinueve años, escribió en recuerdo de la amiga un poema triste y nostálgico, y poco después murió. A un poeta, Ascepíades de Samos, que le tributó su homenaje en un epigrama, debemos estas noticias. Poseíamos escasos fragmentos de "La Rueca", hasta que un papiro del siglo I a.C. nos brindó un trozo bastante extenso. Los versos están gravemente mutilados, y la mayoría de las restauraciones modernas, como de ordinario acontece en casos similares, son, más que reconstrucciones dignas de atención, testimonios de destreza filológica. Sin embargo, estos fragmentos bastan para atestiguar la delicadeza y la vivacidad del arte con que Erina evoca en el recuerdo de la amiga muerta las imágenes de los juegos comunes, de las comunes faenas y de los pequeños sufrimientos de la infancia."

(Albin Lesky, "Historia de la literatura griega", 1963.)

"En mi dolor no quise estar presente
el día de tu duelo. Mis piernas no podían
sacarme de mi casa, ni convenía a mis ojos
contemplar tu cadáver, ni a mí llorarte
con el cabello despeinado. Mis mejillas
se ensangrentaron de pudor…"

sábado, 1 de febrero de 2020

Cesc Gay, "Truman" [2015]


Otro gran momento delante del cinematógrafo. ¿Cómo asumir con entereza el viaje del que no se retorna? Y cómo lo aceptarán quienes te quieren, cómo actuarán cuando sepan que has tomado la difícil decisión de despedirte, al reconocer sensato que la lucha por vivir ha terminado y que toca prepararse para subirse a la barca de Caronte y saludar respetuoso a Cerbero...