domingo, 1 de marzo de 2020
Eurípides, "Hipólito" [428 antes de Cristo]
Amor vs castidad, Afrodita vs Ártemis, Fedra vs Hipólito. La terrible pasión de una mujer enamorada, Fedra, que se enfrenta a la enfermiza firmeza de un muchacho aparentemente perfecto, su hijastro Hipólito. En medio, la Nodriza, una alcahueta bienintencionada que no cree que el amor sea una maldición de los dioses y que en su ingenuidad piensa que todo tiene arreglo. Fedra, atormentada moralmente, traicionada por su nodriza, que revela el secreto de su pasión, se sucidará cuando sea consciente de que su amor no será colmado y de que ha perdido su buen nombre a cambio de nada. Fedra no perderá su honor cometiendo una infidelidad, pero una presión maldita, la recuperación de su buen nombre, le inducirá a escribir una tablilla en la que acusará falsamente a Hipólito de violarla. Hipólito, casto, entregado a la veneración de la diosa Ártemis, virtuoso hasta la jactancia, será desterrado por un iracundo Teseo, que le maldice para su perdición ante las fuerzas de Poseidón. Y así, en un célebre pasaje cargado de misoginia, hace expresarse a Hipólito Eurípides, cuando se entera por la revelación de la Nodriza del deseo de Fedra,
"HIPÓLITO. ¡Oh, Zeus!, ¿por qué a la luz del sol sacaste a las mujeres, metal de falsa ley para la raza humana? Pues si querías propagar la raza de los mortales, no tenías que haber recurrido a las mujeres para ello. Bastaba con que los mortales, depositando bronce o hierro en sus templos, o cierta cantidad de oro, compraran, cada uno por una suma proporcional a su rango, simiente de hijos, y vivieran en casas libres, sin mujeres. [...] He aquí lo que demuestra que la mujer es un gran mal: el propio padre que la engendró y crió, tiene que asignarle una dote para que cambie de residencia y quitársela, así, de encima. Y, en cambio, quien recibe en su casa a esta perniciosa criatura se complace en cubrir de bellos adornos a su funesto ídolo y la engalana con vestidos, malgastando así, ¡desdichado!, su hacienda. [...] Mejor es tener en el hogar a una nulidad, a una estúpida que para nada sirva. Odio a la mujer sabia. ¡No haya en mi casa hembra que sepa más de lo debido! Porque donde mayor maldad suele poner Cipris es en las sabias, mientras que a la mujer sin recursos su corto entendimiento libra de locuras. A una mujer nunca debería acercársele una criada; fieras y mudas bestias tendrían que convivir con ellas, para que no pudieran hablar con nadie ni recibir respuesta de nadie. Pero la realidad es que, dentro de casa, estas malvadas urden siniestros planes que sacan a la calle sus criadas."
(Eurípides, "Hipólito", 428 antes de Cristo.)
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