martes, 1 de noviembre de 2022

Juan Unay, "El libro de los grandes hechos" [segunda mitad del siglo XV]

quizá porque circuló alguna versión entre los pueblos y ciudades de Castilla, o por su matizado componente de subversión social, "El libro de los grandes hechos", que se atribuye a sí mismo un monje franciscano de la orden del Sancti Spiritus llamado Juan Unay, 'el alemán', de discutido origen germano, más probable de hispano nacimiento, morador del ruedo ibérico en las décadas de la segunda mitad del siglo XV, fue incluido por un anónimo copista dentro de una compilación de profecías que circularon durante la Guerra de las Comunidades, aunque decirse ha que dejó un rastro múltiple; es un texto que en su arco profético bebe de la apocalíptica bestial, el mesianismo milenarista en torno a la figura del Emperador escatológico y la crítica social y eclesiástica: la empresa conjunta del Nuevo David, un papa, y del Encubierto, un rey hispánico, ¿Fernando el Católico?, auxiliados por los 'pobres desollados', culminará en la conquista de Granada, el norte de África, diversos lugares de Europa y Asia, y la ciudad de Jerusalén, meta dorada de todo sueño milenarista medieval; ¿un panflexto mesiánico-político-apocalíptico de providencial exaltación de los Reyes Católicos?; y la exposición de una acentuada inquina contra moros y judíos,
'et éste [el Encubierto] destruirá todos los moros de Espanna, e todos los ebreos e los tornadizos, forçado serán cruelmente pereçidos, por quanto son engannadores e escarnidores e menospreçiadores de la fe de Jhesuchristo, lo cual todo quebrará en sus cabeças muy cruelmente, et alinpiará la tierra de todos los males';
ese matizado componente de subversión popular, ejemplificado en las apelaciones a 'los pobres desollados', da peculiar relevancia al libro: 'los viles e de poco poderío deven ser contra sus mayores por les tomar su poderío', un llamamiento a la revuelta social consecuente a la crítica sin ambages lanzada al estamento eclesial y nobiliario, máximos responsables, por pecadores impenitentes, del desorden de funestas consecuencias que acaecerá,
'Los saçerdotes de Dios, que deven vivir castamente, usan muy peor que non los legos, tomando dos o tres mugeres o más, semejante a lo que fazen los moros. Et del patrimonio de la Iglesiam que es para los pobres, tiene un omne muy muchos benefiçios, o por compra, o por pecho o serviçio que da o faze a los sennores de la tierra, o a cardenales, o a arcçobispos, o a obispos o a otras qualesquier personas que sean privadas del Papa o del rrey para que le paguen los benefiçios; et los pobres de Dios andan fanbrientos, que aún una pobre capellanía non pueden alcançar en que se puedan mantener. Tantas maneras fazen de simonías e de otros muchos pecados todos los que son governadores de la Iglesia de Dios, que en los ver las gentes así rricos, e encavalgados e bien vestidos, e sus putas bien gruesas e con nobles pannos, e las bolsas llenas de dineros, por lo qual todos, e por la mayor parte, torrnarán sus fijos falsos clérigos',

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