martes, 5 de septiembre de 2023

ciudad de sombras Haro

Ayer caricaturizaba a algunos trabajadores del sistema de salud diciendo que veían a los potenciales usuarios como a una marabunta ansiosa por esquilmar los recursos públicos, uno no podía intuir que unas horas después un conductor odioso iba a atropellar a varios trabajadores sanitarios en el párking del centro de salud de Haro mientras profería gritos contra el gobierno. La asociación se me presenta en extremo venenosa: mientras dure la funesta impresión una parte de los trabajadores verá a los pacientes como asesinos potenciales. Otra caricatura, pues todavía ahora, en boca de los trabajadores el ataque, cumplidos los minutos de silencio, en los centros del SERIS se funciona con la resuelta pesadez rutinaria. El suceso podría desprender un delirante tufo libertariano que concluiría 'ataquemos a los más inocuos representantes de las instituciones de un sobredimensionado Estado', aunque uno ya se ha acostumbrado a mantener una incómoda expectación cuando se difunden las imágenes de un suceso semejante: un atropello múltiple de estas características será interpretado de maneras distintas dependiendo de quién lo perpetre; los equipos mediáticos de las diferentes tendencias acostumbran a esperar carroñeros la actualización de las noticias para jugar la guerra cultural con sus bazas parciales: atentado yihadista o atentado de la extrema derecha o la versión que prevalecerá: una enajenación momentánea por un brote psicótico.
Ánimos.

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