jueves, 26 de octubre de 2023

Jean Delumeay, "En busca del paraíso" II [2010]

continuaba la lectura de "En busca del paraíso" de Jean Delumeau y llegaba a un interrogante, recórrase al menos si no puede responderse, que funciona como formulación básica de mi interés apocalipticista de inclinada pendiente milenarista: '¿cómo se pasó de la nostalgia del jardín del Edén a la Esperanza en un nuevo paraíso terrenal, y cómo esta esperanza, al volverse laica, dio origen a la noción de progreso y al socialismo?', dicen los sabios que los sueños humanos también constituyen una parte sustancial de su historia y que explican gran cantidad de sus actos;
la perspectiva de una esperanza de mil años de felicidad terrenal no siempre se formulará con el herbívoro pulso profético de Isaías apasionado,
"Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño será su pastor. La vaca y el oso pacerán, juntas acostarán a sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero de áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal, en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yavhé, como las aguas colman el mar",
sino también con el séquito de sangrientos jinetes prestos para el combate escatológico revelados a San Juan en Patmos como nuncios de tribulaciones y catástrofes preludio del descenso terrenal de la radiante Jerusalén Celeste,
"Vi también la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novie ataviada para su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: 'Esta es la morada de Dios, que compartirá con los hombres. Pondrá su morada entre ellos. Ellos serán su pueblo, y él, Dios-con-ellos, será su Dios. Enjaguará las lágrimas de sus ojos, y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado'."
Amén.

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