miércoles, 26 de agosto de 2020

Calderón de la Barca, "El alcalde de Zalamea" [hacia 1636]

Un drama de honor no conyugal. Rape and revenge aurisecular. Un hecho infelizmente usual: el rapto y la violación de una muchacha campesina por un capitán del ejército. El padre de la forzada Isabel, Pedro Crespo, un villano que ostenta un altivo sentido del honor, nombrado alcalde de Zalamea, prenderá al infame militar, Álvaro de Ataide, lo someterá a un proceso judicial y lo ajusticiará. 'El garrote más bien dado'. ¿Qué  problema más vidrioso plantea el drama? El desencuentro entre jursidicciones, el permanente conflicto, vivo hoy, entre tribunales especiales. ¿O entre justicia y legalidad? ¿Puede un juez ser parte interesada en una querella? ¿Debería haber sido el reo degollado como caballero o ejecutado con el indigno garrote vil? ? La sentencia dictaminada por Pedro Crespo, justa por las disposiciones legales vigentes, será sancionada favorablemente por el mismísimo rey, Felipe II, una aparición 'deus ex machina' que recompensará a Pedro Crespo nombrándole alcalde a perpetuidad de la villa. ¿Qué tienen que hacer los distingos procedimentales de la justicia frente al dolor de las víctimas y la necesidad social de vindicación para protegerlas de nuevos atropellos?


"ISABEL.
Nunca amanezca a mis ojos
la luz hermosa del día,
porque a su sombra no tenga
vergüenza yo de mí misma.
¡Oh, tú, de tantas estrellas
primavera fugitiva,
no des lugar a la aurora,
que tu azul campaña pisa,
para que con risa y llanto
borre tu apacible vista,
o ya que ha de ser, que sea
con llanto, mas no con risa!
¡Deténte, oh mayor planeta,
más tiempo en la espuma fría
del mar! Deja que una vez
dilate la noche fría
su trémulo imperio; deja
que de tu deidad se diga,
atenta a mis ruegos, que es
voluntaria y no precisa.
¿Para qué quieres salir
a ver en la historia mía
la más enorme maldad,
la más fiera tiranía,
que en vergüenza de los hombres
quiere el cielo que se escriba?
Mas, ¡ay de mí!, que parece
que es fiera tu tiranía;
pues desde que te rogué
que te detuvieses, miran
mis ojos tu faz hermosa
descollarse por encima
de los montes. ¡Ay de mí,
que acosada y perseguida
de tantas penas, de tantas
ansias, de tantas impías
fortunas, contra mi honor
se han conjurado tus iras!
¿Qué he de hacer? ¿Dónde he de ir?
Si a mi casa determinan
volver mis erradas plantas,
será dar nueva mancilla
a un anciano padre mío,
que otro bien, otra alegría
no tuvo, sino mirarse
en la clara luna limpia
de mi honor, que hoy, ¡desdichado!,
tan torpe mancha le eclipsa.
Si dejo, por su respeto
y mi temor afligida,
de volver a casa, dejo
abierto el paso a que digan
que fui cómplice en mi infamia;
y ciega e inadvertida
vengo a hacer de la inocencia,
acreedora a la malicia.
¡Qué mal hice, qué mal hice
de escaparme fugitiva
de mi hermano! ¿No valiera
más que su cólera altiva
me diera la muerte, cuando
llegó a ver la suerte mía?
Llamarle quiero, que vuelva
con saña más vengativa
y me dé muerte; confusas
voces el eco repita,
diciendo...

PEDRO CRESPO.
Vuelve a matarme;
serás piadoso homicida,
que no es piedad el dejar
a un desdichado con vida."

(Calderón de la Barca, "El alcalde de Zalamea", hacia 1636.)

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