domingo, 8 de noviembre de 2020

Louis Malle, "Humano, demasiado humano" [1974]


En 1972 Louis Malle filmó las tareas concretas del proceso de montaje de automóviles de la fábrica Renault de Rennes, la capital de la Bretaña francesa. Malle presenta, sobriamente, sin artificio retórico, teniendo como banda sonora el rugido de las máquinas, las condiciones prácticas de realización del trabajo fabril, la actividad constante, monótona y acompasada de la factoría. Y expone el corolario de la producción en masa: el salón del automóvil, el evento festivo en el que las marcas productoras presentan los modelos a unos clientes fascinados por la bacanal de la promoción motora, celosos por indagar en la comodidad de las prestaciones incluidas en los automóviles, obstinadamente ignorantes del trayecto recorrido por las mercancías.

"La fábrica podría colmar el alma por el poderoso sentimiento de vida colectiva -podría decirse unánime- que da la participación en el trabajo de una gran fábrica. Todos los ruidos tienen un sentido, todos están acompasados, se funden en una especie de gran respiración del trabajo en común de ka que es embriagador formar parte. Es tanto más embriagador cuanto que el sentimiento de soledad no se altera. No hay más que ruidos metálicos, ruedas que giran, mordeduras en el metal; rudios que no hablan de naturaleza ni vida, sino de la actividad seria, sostenida, ininterrumpida del hobmre sobre las cosas. Se está perdido en ese gran rumor, pero al mismo tiempo se lo domina, porque sobre esa base sostenida, permanente y siempre cambiante, lo que resalta, a pesar de fundirse con ella, es el ruido de la máquina qe maneja uno mismo. No se siente uno pequeño como en medio de una multitud, se siente uno indispensable. Las correas de transmisión, allí donde las hay, permiten beber con los ojos esa unidad de ritmo que todo el cuerpo siente con los ruidos y la ligera vibración de todas las cosas. En las horas sombrías de las mañanas y de las noches de invierno, cuando no brilla más que la luz eléctrica, todos los sentidos participan en un universo donde nada recuerda a la naturaleza, donde nada es gratuito, donde todo es choque, choque duro y al mismo tiempo conquistador, del hombre con la materia. Las lámparas, las correas, los ruidos, la dura y fría chatarra, todo contribuye a la transmutación del hombre en obrero."

(Simone Weil, "Experiencia de la vida de fábrica", 1936.)

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