viernes, 5 de marzo de 2021

Federico García Hurtado, "Túpac Amaru" [1984]


"Este cacique mestizo, directo descendiente de los emperadores incas, encabezó el movimiento mesiánico y revolucionario de mayor envergadura. La gran rebelión estalló en la provincia de Tinta. Montado en su caballo blanco, Túpac Amaru entró en la plaza de Tungasuca y al son de tambores y pututus anunció que había condenado a la horca al corregidor real Antonio Juan de Arriaga, y dispuso la prohibición de la mita de Potosí. La provincia de Tinta estaba quedando despoblada a causa del servicio obligatorio en los socavones de plata del cerro rico. Pocos días después, Tupac Amaru expidió un nuevo bando por el que decretaba la libertad de los esclavos. Abolió todos los impuestos y el 'repartimiento' de mano obra indígena en todas sus formas. Los indígenas se sumaban, por millares y millares, a las fuerzas del 'padre de todos los pobres y de todos los miserables y desvalidos'. Al frente de sus guerrilleros, el caudillo se lanzó sobre el Cuzco. Marchaba predicando arengas: todos los que murieran bajo sus órdenes en esta guerra resucitarían para disfrutar de las felicidades y las riquezas de las que habían sido despojados por los invasores. Se sucedieron victorias y derrotas; por fin, traicionado y capturado por uno de sus jefes, Tupac Amaru fue entregado, cargado de cadenas, a los realistas. En su calabozo entró el visitador Areche para exigirle, a cambio de promesas, los nombres de los cómplices en la rebelión. Tupac Amaru le contestó con desprecio: 'Aquí no hay más cómplices que tú y yo, tú por opresor, y yo por libertador, merecemos la muerte'.
Túpac fue sometido a suplicio, junto con su esposa, sus hijos y sus principales partidarios, en la plaza de Wacaypata, en el Cuzco. Le cortaron la lengua. Ataron sus brazos y sus piernas a cuatro caballos, para descuartizarlo, pero el cuerpo no se partió. Lo decapitaron al pie de la horca. Enviaron la cabeza a Tinta. Uno de sus brazos fue a Tangasuca y el otro Carabaya. Mandaron una pierna a Santa Rosa y la otra a Livitica. Le quemaron el torso y arrojaron las cenizas al río Watanay. Se recomendó que fuera extinguida toda su descendencia hasta el cuarto grado."

(Eduardo Galeano, "Las venas abiertas de América Latina", 1971.)

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