domingo, 11 de abril de 2021

Arcipreste de Hita, "El libro del buen amor" [1330-1343]

Suele decirse que el "Libro del Buen Amor" es la comedia humana del S. XIV, un libro misceláneo, producto de la personalidad arrolladora de Juan Ruíz, aka Arcipreste de Hita,, en el que se citan lo divino y lo profano, la narración y fragmentos líricos, la fábula y la sátira, la observación directa y las más diversas influencias literarias, lo popular y lo culto.

"Como dize Aristóteles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera, 
por aver mantençia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera"

La pluralidad de elementos, de tradiciones, de influencias, de cultura erudita y saber popular, de clerecía y juglaría, no impide que el libro posea una unidad esencial, derivada de la vigorosa creatividad del autor y de la estructura autobiográfica de la narración, que se hila alrededor de las desventuras amorosas del Arcipreste. El libro vendría a componerse varios elementos: una novela picaresca en forma autobiográfica, dilatada por toda la obra e interrumpida frecuentemente, una copiosa colección de fábulas de origen oriental o francés, una serie de digresiones morales, ascéticas y satíricas, como la censura contra los pecados capitales y el elogio de las mujeres chicas, además de frecuentes reflexiones moralizadoras al hilo de los episodios, una glosa del "Ars amandi" de Ovidio y del "Pamphilus", una serie de episodios alegóricos, como la batalla entre doña Cuaresma y don Carnas, y una serie de composiciones líricas, serranillas, estribotes, cantigas, que dan dan fluidez rítmica al predominio de la cuaderna vía.

"E yo, desque vi la dueña partida e mudada,
dixe: 'Querer do non me quieren, faría una nada,
responder do non me llaman es vanidad provada.'
Partime de su pleito, pues de mí es redrada."

Juan Ruiz, es uno de los mayores humoristas de la literatura patria, sólo, quizá, superado por Cervantes, su humor también brota de su pasión por la vida. No se excede en su estima por sus congéneres, ni tampoco los zahiere rencoroso, sabe que sus debilidades, son sus propias debilidades. De su visión concreta de las cosas, de su capacidad para actualizar la alegoría medieval y la fábula adoctrinadora, y de un hábil y tontorrón manejo de la ironía, surge su risa sana, fuerte y sensual, que además de transformar la ciencia libresca en saber popular y los textos de las autoridades latinas en experiencias cotidianas, desmonta el rigor preceptivo del esquema didáctico para desvelar el conflicto entre los valores realistas del amor humano y el código abstracto del amor divino: no puede creer que el amor, con toda su corte de placenteras tiranías, pueda someterse a la razón o a las normas de la moral. De la reacción socarrona que le provoca la actitud didáctica y convencional hacia al amor (¿quién cree que puede ser gobernado por un conjunto de reglas?) mana una gran parte de su preciosa alegría, agradablemente contagiosa. 

"Maravilléme mucho, desque en ello pensé,
de cómo servir dueñas todo tiempo non cansé:
mucho las guardé siempre, nunca me alabé,
¿quál fue la raçón negra porque non recabdé?"

No hay comentarios:

Publicar un comentario