jueves, 22 de abril de 2021

Les Parasites, "El colapso" [2019]


"Tanto por el tema que trata como por el eco que ha encontrado en ciertos círculos, la serie francesa El colapso, estrenada a finales de 2019, merece aquí nuestra atención. Sus ocho capítulos, salvo el último, muestran una sucesión cronológica de estampas de un hundimiento social cada vez más avanzado tras una hecatombe de la que no se dice nada, pero que ha actuado como un terremoto que ha arrasado instituciones, Estados, tradiciones y códigos de conducta que parecía sólidos. El contenido no tiene nada de novedoso para quienes conozcan el material apocalíptico que está tan de moda últimamente: un sálvese quien pueda generalizado, pérdida de los valores mínimos de humanidad, una inercia desesperada que se aferra a un bienestar que se ha desintegrado... Todo esto aparecía ya incluso en El día de mañana (2004), de Roland Emmerich, y a su vez muchos de los temas, como la falta de escrúpulos de los ricos cuando intentan salvarse del desastre, frente a la decencia de los menos afortunados, eran habituales en el cine de catástrofes de los setenta como El coloso en llamas. Si esta serie ha sido tan atractiva para algunas personas que pretenden concienciar a sus contemporáneos respecto al poco futuro de la sociedad industrial no es por sus personajes, que revisten una psicología de telerrealidad, ni por la espectacularidad con anabolizantes de los sendos planos-secuencia que conforman los ocho episodios (planos falsos, pues con la tecnología digital ya no hace falta ser Orson Welles), sino por una vieja obsesión del ecologismo: cómo 'llegar a más público' con un mensaje que sea atractivo y comprensible. El colapso cumple con esa función, porque permite que cualquier consumidor de series la entienda. Lo que no está tan claro es qué va a comprender, porque el imaginario que tiende a reforzar la serie es el de una concepción espectacular del desastre, retratado como un estallido inmediato por causas que la gente no quería ver, por mucho que unos pocos (lo que en Francia se llama ahora 'lanzadores de alertas') hayan avisado con antelación de lo que se avecina. Para empezar, según esta idea las poblaciones no se rebelan para salvar su futuro porque se las mantiene en la ignorancia, pero no porque otras razones sirvan para desalentar todo espíritu crítico, como nuestro apego al bienestar material o nuestra incapacidad para representarnos la amplitud de un derrumbe de ese tamaño. Además, y esto es lo más grave, semejante representación fulminante de la catástrofe excluye otras posibilidades, como un declive gradual (aun incluyendo saltos adelante en el derrumbe) que dure lo bastante como para aclimatar a las generaciones venideras en la aceptación de lo que hay.
El último capítulo de la serie, que se sitúa cinco días antes del ambiguo colapso, confirma esta ingenuidad de sus autores. El meollo del episodio es el alegato final que lanza un científico ante la ministra francesa de Medio Ambiente, en medio de un programa de televisión que él y sus compañeros de militancia han logrado interrumpir. En ese discurso se apela 'al poder político, al gobierno', para que haga 'una inversión multimillonaria en un esfuerzo de guerra histórico, para crear una sociedad sostenible. Y si los políticos no asumen su responsabilidad habrá que imponérsela, aunque sea por la fuerza'. Acto seguido, el mismo personaje hace un llamamiento a la población de a pie: 'Intenten organizarse. Intenten crear equipos, redes de ayuda, en las ciudades. En los pueblos, en los barrios. Necesitamos urgentemente... necesitamos ganar en autonomía. Tenemos que salir, sí o sí, del sistema que conocemos. Y tiene que ser hoy, no mañana. Podemos evitar las hambrunas, la sequía, podemos evitar millones de muertes. Podemos evitar los éxodos. Podemos evitarlo. Depende de nosotros. No vamos a evitar el colapso, pero podemos sobrevivir'. Si hemos subrayado las palabras 'necesitamos ganar en autonomía' es porque contradicen radicalmente la noción 'esfuerzo de guerra histórico' por el que clama el científico de ficción, ya que lo propio de tal esfuerzo es centralizar recursos y jerarquizar voluntades, lo que se opone a cualquier principio de autonomía o espontaneidad, mal que les pese a todos esos ecologistas que fantasean con 'estrategias duales' en las que a la 'sociedad civil' no le quedará, como mucho, más que el papel de servicio auxiliar del poder de Estado, como lo probó precisamente el confinamiento de 2020, donde las redes de apoyo mutuo se dedicaron a atenuar el daño producido por la medida, pero no a cuestionarla. En cuanto al proyecto de imponer, 'aunque sea por la fuerza', el programa de la sostenibilidad, lo podemos ver ya en actos en la actual política de restricciones que se ha creado en pocos meses en la lucha anticovid. No es difícil imaginar qué circos les esperan a los escépticos cuando los transitólogos, o como se llamen los futuros consejeros áulicos, establezcan los términos de nuestra supervivencia material en un escenario de penuria energética, económica y espiritual.
En realidad, la catástrofe está produciéndose ya, y la gestión actual del coronavirus no constituye un remedio para paliarla, sino un agravante particularmente pernicioso. Su nocividad no reside tanto en los innumerables 'daños colaterales' de dicha gestión, sino en el hecho de que está contribuyendo a crear una pantalla opaca que cubre la magnitud de la desposesión. Dicho de otro modo: lo más dramático de la Era Covid no es tanto la cifra de muertos que ha causado el virus, sin duda abultada, sino que habrá sentado las bases para reconstruir un mundo más autoritario, más cínico y más egoísta. Y, al contrario de lo que muestran las distopías televisivas, la realización de un futuro sombrío no será radicalmente opuesto a la sociedad contemporánea (por seguir con el ejemplo de El colapso, la oscuridad de los primeros episodios frente a la luz del plató del último); se deberá más bien a ciertos procesos tan transparentes como desagradables de admitir pero que habrá que encarar con lucidez, y que están dándose ya."

(Ander Berrojalbiz y Javier Rodríguez Hidalgo, "Los penúltimos días de la humanidad", 2021.)

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