domingo, 16 de enero de 2022

Michel-Rolph Trouillot, "Silenciando el pasado. El poder y la producción de la Historia" [1995]

la Revolución haitiana

"En resumen, a pesar de los debates filosóficos, a pesar de ascenso del abolicionismo, la Revolución haitiana era impensable en Occidente no sólo porque cuestionaba la esclavitud y el racismo, sino también por la forma en que lo hizo. Cuando la insurrección comenzó por primera vez en el norte de Santo Domingo, una serie de autores radicales de Europa y muy pocos de las Américas hubiesen estado dispuestos a reconocer, con diversas reservas –tanto prácticas como filosóficas- la humanidad de los esclavizados. Casi ninguno extrajo de este reconocimiento la necesidad de abolir la esclavitud inmediatamente. Asimismo, un puñado de escritores había evocado, a menudo metafóricamente, la posibilidad de una resistencia masiva entre los esclavos. En realidad, casi ninguno había admitido realmente que los esclavos pudiesen -y mucho menos debiesen- de hecho rebelarse. Louis Sala-Molins afirma que la esclavitud era la última prueba para la Ilustración. Podemos ir un paso más allá: la Revolución haitiana era la última prueba para las pretensiones universalistas de la revolución francesa y americana. Y ambas fracasaron. 'En 1791, no existe un debate público en los documentos, en Francia, en Inglaterra o en los Estados Unidos, sobre el derecho de los esclavos negros a alcanzar la autodeterminación, y el derecho de hacerlo por medio de la resistencia armada.'
La revolución no sólo era impensable y, por tanto, inesperada, sino que también -en gran medida- no fue expresada entre los propios esclavos. Quiero decir con esto que la Revolución no estaba precedida ni siquiera acompañada de un discurso intelectual explícito. Un motivo para ello es que la mayoría de los esclavos eran analfabetos y que la palabra escrita no era un medio realista de propaganda en el contexto de una colonia de esclavos. Pero otro motivo es que las reivindicaciones de la revolución eran en realidad demasiado radicales para ser formuladas antes de los hechos. Sólo podrían reivindicarse al ser impuestas por los hechos. En ese sentido, la revolución estaba realmente en los límites de lo concebible, incluso en Santo Domingo, incluso entre los esclavos, incluso entre sus propios líderes.
Debemos recordar que los principios clave de la filosofía política que se evidenciaron en Santo Domingo/Haití entre 1791 y 1804 no fueron aceptados por la opinión pública mundial hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Cuando estalló la Revolución haitiana, sólo el cinco por ciento de los casi 800 millones de habitantes de la población mundial hubiesen sido considerados como 'libres' según los estándares modernos. La campaña británica para la abolición del 'comercio' esclavo estaba en su infancia; la abolición de la esclavitud lo estaba aún más. Las reivindicaciones sobre la unicidad fundamental de la humanidad, las reivindicaciones sobre la irrelevancia ética de las categorías raciales o del contexto geográfico para cuestiones de gobierno y, sin duda, las reivindicaciones sobre el derecho de 'todos' los pueblos para ala autodeterminación iba en contra de la sabiduría recibida en el mundo atlántico y más allá de él. Necesariamente, la Revolución haitiana se pensó política y filosóficamente conforme estaba teniendo lugar. Su proyecto, cada vez más radicalizado a lo largo de treinta años de combate, se puso de manifiesto en brotes sucesivos. Dentro y entre sus inesperadas etapas, el discurso siempre se quedó atrás respecto a la práctica.
La Revolución haitiana se expresó principalmente a través de sus hechos, y a través de su práctica política que desafió la filosofía y el colonialismo de Occidente. Produjo unos pocos textos cuya relevancia es evidente, desde la declaración de Louverture del Campamento Turel a la Declaración de Independencia de Haití y la Constitución de 1805. Pero su novedad intelectual e ideológica aparecería más claramente con cada umbral político que se cruzaba, desde la insurrección masiva (1791) al derrumbe del sistema colonial (1793), desde la libertad general (1794) a la conquista de la maquinaria del Estado (1797-1798), del control de esa maquinaria por parte de Louverture (1801) a la proclamación de la independencia haitiana con Dessalines (1804). Cada uno de estos pasos -que llevarían y culminarían con la emergencia de un 'Estado negro' moderno y que en gran parte seguirían siendo parte de lo impensable hasta el siglo XX- cuestionaban seriamente el orden ontológico de Occidente y el orden global del colonialismo.
Esto significa también que los revolucionarios haitianos no estuvieron demasiado condicionados por límites ideológicos previos fijados por intelectuales profesionales de la colonia o de otro lugar a partir de los que pudiesen abrir nuevos caminos y, de hecho, lo hicieron repetidas veces. Pero además significaba que el debate filosófico y político de Occidente, cuando tuvo lugar, sólo podía ser reactivo. Sólo trató lo imposible después de que lo imposible se hubiese convertido en un hecho; e incluso entonces, los hechos no siempre eran aceptados como tales."

("Silenciando el pasado. El poder y la producción de la Historia", Michel-Rolph Trouillot, 1995.)

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