miércoles, 14 de septiembre de 2022

William Klein, "Grands soirs et petits matins" [1968]


Las asambleas, los debates improvisados, las manifestaciones, las barricadas, las ocupaciones de fábricas y escuelas, las grescas de calles, las palabrejas, los grafitis, las esperanzas, los carteles, las resignaciones, los malentendidos: la intensidad del París del Mayo de 1968, como Bakunin embriagado en la Revolución de Febrero de 1848 'era una fiesta sin principio ni fin; veía a todo el mundo, y no veía a nadie, pues cada individuo se perdía en una misma muchedumbre innumerable y errante; hablaba con todo el mundo sin recordar mis palabras ni las de los otros, pues la atención estaba absorbida a cada paso por nuevos sucesos y nuevas cosas, por noticias inesperadas[...]. Parecía que el universo entero estuviese trastornado; lo increíble se había hecho natural; lo imposible, posible, y lo posible y lo habitual, insensato'. William Klein llegó varios días tarde a aquel mayo parisino, pero filmó en la calle cámara en mano la espontánea y alocada agitación, y confeccionó el que probablemente sea el documento audiovisual más hermoso de aquel temblor. Hace unos días también nos dejaba.

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