martes, 31 de agosto de 2021

José de Espronceda, "El Diablo Mundo" II [1840-1841]

"Débil mortal no te asuste
mi oscuridad ni mi nombre;
en mi seno encuentra el hombre
un término a su pesar.
Yo compasiva le ofrezco
lejos del mundo un asilo,
donde a mi sombra tranquilo
para siempre duerma en paz.

Isla yo soy de reposo
en medio el mar de la vida,
y el marino allí olvida
la tormenta que pasó.
Allí convidan al sueño
aguas puras sin murmullo,
allí se duerme al arrullo
de una brisa sin rumor.

Soy melancólico sauce
que su ramaje doliente
inclina sobre la frente
que arrugara el padecer;
y duerme al hombre, y sus sienes
con fresco jugo rocía,
mientras el ala sombría
bate el olvido sobre él.

Soy la virgen misteriosa
de los últimos amores,
y ofrezco un lecho de flores
sin espinas ni color,
y amante doy mi cariño
sin vanidad ni falsía;
no doy placer ni alegría:
mas es eterno mi amor.

En mí la ciencia enmudece,
en mí concluye la duda,
y árida, clara, desnuda
enseño yo la verdad;
y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad.

Ven y tu ardiente cabeza
entre mis manos reposa;
tu sueño, madre amorosa,
eterno regalaré.
Ven, yace para siempre
en blanca cama mullida,
donde el silencio convida
al reposo y al no ser.

Deja que inquieten al hombre,
que loco al mundo se lanza,
mentiras de la esperanza
recuerdos del bien que huyó:
mentira son sus amores,
mentira son sus victorias,
y son mentira sus glorias
y mentira su ilusión.

Cierre mi mano piadosa
tus ojos al blando sueño,
y empape suave beleño
tus lágrimas de dolor.
Yo calmaré tu quebranto
y tus dolientes gemidos,
apagando los latidos
de tu herido corazón."

(José de Espronceda, "El Diablo Mundo", 1840-1841.)

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