viernes, 18 de febrero de 2022

Luis Vélez de Guevara, "El diablo cojuelo" [1641]

Mi pedestre satanismo tiene un personaje amado en la demonología folclórica ibérica: el Diablo Cojuelo. Y de entre las múltiples visiones de tan insigne cizañera criatura me quedo con la desenfadada creación de Vélez de Guevara. El otro día en el Teatro Bretón los clowns de Ruhm&Cia se cargaron socarrones la obra. Ustedes saben. Una noche áurea madrileña, el estudiante Don Cleofás libera al enredomado diablo de su prisión, y entrambos establecen un honrado pacto de ayuda mutua en el que aquel ayuda a éste a escapar de los grilletes de los alguaciles luciferinos y éste ayuda a aquel en su huida de las garras de la absorbente Tomasa, huida durante la que le imparte su magisterio crítico de la miseria de la vida social con la ayuda de sus poderes mágicos: la visión panóptica, los viajes aéreos lucianescos. Un demonio burlón incompatible con la rigidez burocrática del Estado Mayor satánico, un disidente de la rígida funcionarización del Infierno, imposición de los clérigos del Barroco. El único demonio expulsado dos veces: primero del cielo, como ángel caído, luego del infierno, traicionado por sus pares. Un diablo de proximidad que todavía merodea vacilón por el ancho mundo.

"Don Cleofás, espumando valor, prerrogativa de estudiante de Alcalá, le dijo:
-¿Eres demonio plebeyo, o de los de nombre?
-Y de gran nombre -le repitió el vidrio endemoniado-, y el más celebrado en entrambos mundos.
-¿Eres Lucifer? -le repitió don Cleofás.
-Ese es demonio de dueñas y escuderos -le respondió la voz.
-¿Eres Satanás? -prosiguió el Estudiante.
-Ese es demonio de sastres y carniceros -volvió la voz a repetirle.
-¿Eres Bercebú? -volvió a preguntarle don Cleofás.
Y la voz a responderle:
-Ese es demonio de tahúres, amancebados y carreteros.
-¿Eres Barrabás, Belial, Astarot? -finalmente le dijo el Estudiante.
-Esos son demonios de mayores ocupaciones -le respondió la voz-: demonio más por menudo soy, aunque me meto en todo: yo soy las pulgas del infierno, la chisme, el enredo, la usura, la mohatra; yo traje al mundo la zarabanda, el déligo, la chacona, el bullicuzcuz, las cosquillas de la capona, el guiriguirigay, el zambapalo, la mariona, el avilipinti, el pollo, la carretería, el hermano Bartolo, el carcañal, el guineo, el colorín colorado; yo inventé las pandorgas, las jácaras, las papalatas, los comos, las mortecinas, los títeres, los volatines, los saltambancos, los maesecorales y, al fin, yo me llamo el Diablo Cojuelo."

("El diablo cojuelo", Luis Vélez de Guevara, 1641.)

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