domingo, 10 de julio de 2022

de una vez hace ya años en que fui a escuchar en un local de Bilbao una charla de Josu Jon Imaz que en aquel entonces era presidente de Petronor

El Ilustre Colegio de Químicos de Bilbao había preparado para esta semana un ciclo de conferencias en las que tratar el turbio asunto de las fuentes de energía y el desarrollo sostenible. Hoy, jueves 18 de noviembre, el mismísimo presidente de Petronor ofrecía una conferencia con el pomposo título "Energía y Sostenibilidad". Informado por un compinche que tiene contacto con la gente de la coordinadora anti-Coke de Muskiz, el camarada héroe ha asistido a la conferencia del alegre tecnócrata, Josu Jon Imaz, antiguo presidente del Euskadi Buru Batzar del PNV. Tres jornadas después del Día de San Alberto Magno, patrón de los químicos, en el local de las Juntas Generales de Bilbao, allí se pudo volver a presenciar que el mundo está amenzado por aquellos que sólo saben pensar en términos técnicos, económicos y comerciales. Peroratas de especialista, un simpático Josu Jon Imaz desbarró sobre las nuevas tendencias energéticas, incapaz de cuestionar la racionalidad del abismo mercantil, el desarrollo ilimitado de la economía, la dictadura del capital. Su persepectiva desarrollista englobaba cuatro puntos: una constante garantía del suministro energético, una creciente competitividad de las fuentes de energía, unos importantes ingresos fiscales que se obtienen de la ubicación de empresas energéticas en un territorio administrativo, y un uso energético a largo plazo que no suponga un deterioro de la calidad de vida de las nuevas generaciones. Alrededor de sesenta minutos, Josu Jon Imaz, presidente ejecutivo de Petronor, empresa integrada en Repsol-YPF, ha sermoneado al lameculos público asistente sobre las tendencias nacionales de las políticas energéticas (encaminadas a un uso conjunto de las diferentes fuentes de energía), la calidad de vida de los pobladores terrícolas (asociada a una colección de cahivaches técnicos y a una cultura de la obsolescencia y de lo desechable), la despreciable necesidad de la energía nuclear (tan inevitable según su criterio que no se ha molestado en desarrollar la cuestión), la apuesta firme en las energías renovables (ilusión fundamental insostenible), la estúpida fe en una Investigación y en un Desarrollo que posiblitará nuevos modos de movilidad urbana (¡coches eléctricos!), la posibilidad de capturar emisiones de CO2 e incrementar la eficiencia de la producción y el consumo, sobre los inevitables conflictos geopolíticos que se derivarán (y se derivan) del control de los recursos, el meteórico desarrollo de La India y China, y el vacuo compromiso de los principales países del mundo con el desarrollo sostenible. Un montón de mierda prepotente que sólo se puede soltar ante la desmovilización social y el fracaso del proyecto comunista, y que el Aitite Tipula tuvo que atajar con aseveraciones aprendidas de los sabios: 'Es necesaria la paralización de la economía y una redefinición radical de las necesidades. Aunque los proyectos socialistas del siglo XX hayan fracasado, y con ellos la posibilidad de gestionar los recursos planetarios de una forma racional, justa, libre y equitativa, yo estoy con los que se oponen a la construcción de nuevas infraestructuras, con los que rechazan el uso de la energía nuclear, con los que desarrollan comunidades de resistencia frente al capital y con los que se distancian de una realidad asfixiante'. No faltaron aquellos que se escandalizaron por el tenso tono del viejo paladín pidiéndole moderación pluralista, talante democrático y tolerancia imbécil, no faltaron aquellos bocachanclas que banalizan los deterioros y excesos causados por una técnica diseñada a imagen de la dominación mercantil, no faltaron aquellos faltos de imaginación moral incapaces de representarse las nefastas consecuencias de sus acciones cotidianas, no faltaron las legiones de acólitos a las ilusiones renovables que no se cuestionan el desarrollo ilimitado del reino de la economía. El camarada héroe, solemne, acogió con agrado las palabras que un compañero de la tercera edad le soltó cuando se marchaba: 'en menudo aprieto les has metido'. Y a pesar de su gran afición al bebercio, no quiso compartir un vino con analfabetos especialistas, gestores que merecen castigos físicos y viejas pequeñas con feos collares de perlas.

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