miércoles, 10 de agosto de 2022

Jim Goad, "Manifiesto Redneck. De cómo los hillbillies, los hicks y la basura blanca se convirtieron en los chivos expiatorios de Estados Unidos" [1997]

Un humor corrosivo, una ira que veces desprende destellos de lucidez y a veces te sumerge en una incómoda preocupación, ¿tendrá la cuestión racial una solución satisfactoria, que dicho sea, no es compatible con una culpa colectiva o un arrepentimiento autodespectivo? A menudo me venía una de las canciones de mi adolescencia, 'Guilty of being white', de Minor Threat. Es un libro muy polémico, como una llamada iracunda a la unión ínterracial de las clases bajas, o un rabioso intento de levantar un orgullo de basura blanca que desmonte estigmas condenatorios y plantee batallas políticas. ¿Será cierto que el único que ha tomado nota de este manifiesto redneck es ese trol twittero millonario que viajaba en el Air Force One? Jim Goad reemergió como icono de la derecha alternativa.

"Los Angeles 1994 era una ciudad enferma de tensión racial. Como la bruma tóxica, hacía que te llorasen los ojos y te dejaba un maligno regusto a quemado en las encías y en las fosas nasales. Sólo unos días antes de que se emitiese el veredicto del segundo juicio de Roadney King, todo el mundo parecía estar listo para una nueva ronda de disturbios. Y mientras esperaba sentado en mi coche en un semáforo en rojo para cruzar Sunset Buoulevard, noté que un hombre negro cabreado se me venía encima. Alto y cubierto por unos harapos andrajosos como de taller mecánico mucho aleteo de labios y cejas fruncidas, parecía un guerrero sahariano de la carretera dispuesto a matarme. Genial, pensé, me ha tocado un pequeño adelanto de la guerra racial unos días antes que a los demás. Se paró en seco a unos metros de la ventanilla y me fulminó con la mirada durante unos segundos. Le devolví la mirada sin estar muy seguro de qué iba a suceder a continuación. Entonces el tipo levantó un trozo de cartón en el que había garabateado la palabra SONRIE. Me hizo el signo de la paz y se largó partiéndose la caja de risa. Y que me parta un rayo si no sonreí yo también, a mi pesar.
Pues bien, son los negros hijosdeputa como ese los que dan esperanza a los gilipollas blanquitos como yo."

("Manifiesto Redneck. De cómo los hillbillies, los hicks y la basura blanca se convirtieron en los chivos expiatorios de Estados Unidos", Jim Goad, 1997.)

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