lunes, 8 de agosto de 2022

Rubika Shah, "White Riot: Rock Contra el Racismo" [2019]


Eric Clapton, 'el mayor colonizador del rock', desbarró aquel mes de agosto de 1976, sobre el escenario del Birmingham Odeon espetó: 'Enoch tenía razón. Deberíamos echarlos a todos'. Casi una década antes el diputado conservador Enoch Powell había alcanzado relevancia con un discurso apocalíptico en que llamaba a mantener Gran Bretaña blanca mediante repatriaciones forzosas: los 'ríos de sangre'. El Frente Nacional ascendía espoleando el racismo, las agresiones a minorías raciales y sexuales se intensificaban. Parte de la comunidad del rock reaccionó estableciendo Rock Against Racism: una red artistas, publicaciones, promotores, salas de conciertos y audiencia, que extendía sus nodos por toda la geografía británica. La peña se lo montaba a su manera, no había márgenes meticulosamente definidos. Como dice con aplomo Red Saunders, 'la gente normal puede hacer cosas, puede cambiarlas'. Aunque no pretendía encajonarse en expresiones estéticas cerradas, fundamentalmente dos culturas urbanas se cruzaron: la juventud desencantada punk y los hijos de las colonias del Caribe aglutinados en torno al reggae. Fueron alrededor de cinco años de actividad, con hitos sobradamente conocidos, con decenas de bandas implicadas, y con su indiscutible legado: el rastro Rock Against Racism permanece. Durante aquel lustro, si bien el National Front se convirtió en un partido residual, el empuje de Margareth Thatcher, sofisticada pupila de Enoch Powell, barrió la escena política británica: su rastro llega a la actualidad con próceres de la institucionalidad como Theresa May, Nigel Farage o Boris Johnson. 'Rock against racism, smash it'.

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