miércoles, 9 de agosto de 2023

Joseph Déjacque, "¡Abajo los jefes! Escritos libertarios (1857-1861)"

Es el último libro de reciente publicación incluido dentro de la Biblioteca de la Anarquía, la colección que llevan a pachas la insigne local Pepitas de Calabaza y la egregia confederal Fundación Anselmo Lorenzo: "¡Abajo los jefes! Escritos libertarios (1857-1861)" del contumaz anarquista decimonónico, obrero-poeta, Joseph Déjacque, primero en acuñar el neologismo 'libertario', hoy usado perversamente por un sector pirado. Exiliado en Nueva Orleans tras la revolución parisina de junio de 1848, editó en la célebre ciudad de Louisiana, con gran esfuerzo y triste menguado impacto, el periódico "Le libertaire", publicación de la que se extraen la totalidad de los textos recopilados en esta antología. Entre varios artículos de excelente pluma proletaria, la diatriba de la decadente Nueva Orleans, su elogio del Escándalo como eficaz herramienta de propaganda, el temprano apunte que adelanta las futuras disputas ibéricas entre colectivistas y anarcocomunistas en el "Intercambio", la disertación sobre "Autoridad y Dictadura" en que expresa su manifiesta desconfianza hacia 'la dictadura de las pequeñas maravillas del Proletariado', o el desarrollo aplicable de su apuesta inmediata: la "Legislación directa y universal", hábiles escritos solo deslucidos por una fe inquebrantable en un brillante futuro anárquico corolario de un teleológico movimiento de la humanidad hacia el Progreso social, me apetece destacar aquel en que ensalza ardientemente la figura del célebre abolicionista estadounidense John Brown, titulado "La guerra servil", que da cuenta de la fracasada insurrección en octubre de 1859 de Harpers Ferry, un pueblecito de Virginia Occidental, un prólogo a la Guerra de Secesión cuyo fracaso le costó la vida al propio John Brown y a sus correligionarios, admirable derrota de la que, Joseph Déjacque, queriendo sacar alguna enseñanza, cuestionaba,

"¿Para que una insurrección triunfe en los estados esclavistas basta con la iniciativa de un puñado de encendidos abolicionistas libres y blancos? No. Es preciso que la iniciativa venga de los negros, de los esclavos mismos. El hombre blanco resulta sospechoso para el hombre negro, que gime en su condición de ilota y bajo el látigo de los blancos, sus amos. En los llamados estados libres, al hombre de color se le considera un perro; no se le permite ir en transporte público, ni al teatro ni a ningún otro lugar, a no ser que lo haga en los rincones que le están reservados: es un leproso en el lazareto. La aristocracia blanca, el abolicionista del norte, lo mantiene a distancia y lo rechaza con desprecio. No puede dar un paso sin toparse con imbéciles, con absurdos, con monstruosos prejuicios que le cierran el paso. La urna electoral, al igual que el transporte público, el teatro y todo lo demás, le está prohibido. Está privado de sus derechos civiles, en todos los casos y por todos lados se le trata como a un pario. El hombre negro de los estados esclavistas sabe todo esto. También sabe que es materia y prenda de toda suerte de intrigas; que, para los amos del norte, los explotadores de los proletarios y los electores, los propietarios de esclavos blancos, el abolicionismo significa beneficios industriales y comerciales, nombramientos a cargos públicos, remuneraciones estatales, piraterías y sinecuras. Por eso desconfía, y con razón, de los blancos; de suerte que sufren justos por pecadores. Por otro lado, ¿qué es esa libertad a la que generalmente se le invita? La libertad de morir de hambre... la libertad del proletariado... De ahí que muestre tan poco afán por exponer su vida para obtenerla, por más que su vida sea de las más miserables y que la libertad constituya el mayor de sus deseos. [...] La tentativa de John Brown tiene de bueno que su relato producirá un eco al que seguirán otros ecos que alcanzarán hasta las cabañas más recónditas, que removerá la fibra de la independencia de los esclavos, los dispondrá a la sedición y será un agente de reclutamiento para otro movimiento insurreccional."

("La guerra servil", Joseph Déjacque, octubre de 1859.)

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