-No entendemos essa razon, señor galan-, respondio Rincon.
-¿Que no entreuan, señores murcios?-, respondio el otro.
-Ni somos de Teba ni de Murcia-, dixo Cortado: -si otra cosa quiere, digala, si no, vayase con Dios.
-¿No lo entienden?-, dixo el moço, -pues yo se lo dare a entender y a beuer con vna cuchara de plata. Quiero dezir, señores, si son vuessas mercedes ladrones; mas no se para que les pregunto esto, pues se ya que lo son; mas diganme, ¿como no han ydo a la aduana del señor Monipodio?
-¿Pagase en esta tierra almojarifazgo de ladrones, señor galan?-, dixo Rincon.
-Si no se paga-, respondio el moço, -a lo menos registranse ante el señor Monipodio, que es su padre, su maestro y su amparo, y assi les aconsejo que vengan conmigo a darle la obediencia, o si no, no se atreuan a hurtar sin su señal, que les costará caro.
-Yo pense-, dixo Cortado, -que el hurtar era oficio libre, horro de pecho y alcauala, y que si se paga es por junto, dando por fiadores a la garganta y a las espaldas. Pero, pues, assi es, y en cada tierra ay su vso, guardemos nosotros el desta que, por ser la mas principal del mundo, sera el mas acertado de todo el, y assi puede vuessa merced guiarnos donde esta esse cauallero que dize, que ya yo tengo barruntos, segun lo que he oydo dezir, que es muy calificado y generoso y, ademas, habil en el oficio."
(Miguel de Cervantes, "Novelas ejemplares", 1613.)
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