Badii pasea con su coche por las afueras de Teherán para reclutar a alguien que le ayude, a cambio de una cuantiosa suma de dinero, en una tarea espinosa: acudir tras el próximo amanecer al foso que ha cavado en la zona y sepultarle tras cerciorarse de que está muerto. Durante esta búsqueda, tres son los encuentros que se suceden: un joven militar de origen kurdo que huye despavorido al escuchar la propuesta, un teólogo de ascendencia afgana con el que es imposible un entendimiento por dogmas religiosos, y un turco taxidermista, más experimentado en la vida, aquel con el que Badii logrará una conexión que le hará replantearse su voluntad. Las cerezas están deliciosas.
miércoles, 11 de septiembre de 2019
Abbas Kiarostami, "El sabor de las cerezas" [1997]
Badii pasea con su coche por las afueras de Teherán para reclutar a alguien que le ayude, a cambio de una cuantiosa suma de dinero, en una tarea espinosa: acudir tras el próximo amanecer al foso que ha cavado en la zona y sepultarle tras cerciorarse de que está muerto. Durante esta búsqueda, tres son los encuentros que se suceden: un joven militar de origen kurdo que huye despavorido al escuchar la propuesta, un teólogo de ascendencia afgana con el que es imposible un entendimiento por dogmas religiosos, y un turco taxidermista, más experimentado en la vida, aquel con el que Badii logrará una conexión que le hará replantearse su voluntad. Las cerezas están deliciosas.
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