lunes, 30 de diciembre de 2019

Michael Moore, "Roger & Me" [1989]

Roger Smith llevó las riendas de la General Motors durante la década de los ochenta, y fue príncipe responsable del cierre de varias factorías a finales de esa década, que supuso el despido de alrededor de 30.000 trabajadores, en Flint, Michigan, cuna de Michael Moore, y de Ben Hamper, que también participa en el documental: "Historias desde la cadena de montaje" es un libro muy divertido plagado de hilaridad sardónica, un recorrido sarcástico por las entrañas de una cadena de montaje del gigante industrial GM. El documental supone un retrato del declive de Flint, asociado al desmantelamiento de la industria del motor (tendrán ustedes referencias de la situación de Detroit, capital de Michigan): algunos desempleados aceptando trabajo de estatuas humanas en una fiesta de ricos, el agente de desahucios prófugo de la cadena de ensamblaje de la GM, el desesperado y cómico intento municipal por convertir a Flint en un destino atractivo para el turismo, los altos índices de criminalidad, etc,


"Una mañana me llamó a casa un compañero de trabajo. Eran las once pasadas y yo estaba en la cama con una resaca del copón. - Corre, pon el Canal 5 -me exigió la voz-. Tu maldita pareja de bolos está dando una conferencia de prensa. ¡Han interrumpido la programación! - ¿Por qué? - pregunté entre dientes. Mi informante no estaba muy seguro del motivo. Dijo algo sobre cierres de fábricas y cartas de despido revoloteando sobre la clase trabajadora. Llevábamos un tiempo oyendo rumores parecidos. Fui al salón y encendí la tele. Efectivamente, era él. Roger Smith mi reticente rival de bolera, el gurú residente con su plan de reducción de puestos de trabajo. Quizá estemos hablando del único tío en todo el hemisferio con ocho millones de pecas en la cara, y aun así, absolutamente ningún sentido del humor; como un Pumuki presidiendo un fusilamiento: diabólica combinación de poder, terror, pánico y excesivo colorete. Evidentemente había llegado tarde, y Rog ya había revelado la nómina de fábricas que serían exterminadas. Una vez anunciados los despidos, tocaba el denso turno de preguntas y respuestas. Los periodistas rodearon a El Jefe como si fueran un mar de mosquitos con cámaras y cables de micrófono. Nacía el concurso de televisión americano por excelencia, con más de treinta mil posibles desahuciados en fila detrás de la puerta número 1. [...] Roger hacía todo lo posible por explicar a la prensa qué estaba pasando. Resultaba más que obvio que sus aptitudes a la hora de hablar en público dejaban mucho que desear, y Smith tenía la misma gracia que un azadón o el pomo de una puerta. Yo me solidarizaba algo con él, pues si tuviera un trabajo tan asqueroso como el suyo también tendría los nervios destrozados. Aniquilar el modo de subsistencia de miles de personas antes de la hora del almuerzo sin duda debía poner histérico a cualquiera.Pero lo que más me inquietaba era que el propio Smitty parecía estar completamente confundido con el tema, en especial con los datos específicos sobre el cuándo, dónde, quién y, en especial, por qué. Santo Dios, jefe, escúpelo de una vez. Tu culo está bien a salvo, está claro que tú no vas a aser uno de los nuestros que termine pudriéndose tirado en alguna cuneta. [...] Un periodista que estaba en las últimas filas se echó hacia delante y, citando a Smith, gritó: - ¿Cómo es posible que la supresión de 30.000 puestos de trabajo vaya a mejorar la seguridad laboral? ¡Eh, vaya tipo listo! Ni siquiera Cabeza de Remache había caído en lo irremediablemente fatuo que había sido aquel comentario que debía haber hecho mi colega boliche. Y entonces, impávido a más no poder, Roger Smith miró al periodista y razonó el solito: - Para los que se queden, sus puestos gozarán de una seguridad muchísimo mayor. ¡Ay, madre! Así de simple. El tipo al frente de la mayor coroporación de EE.UU. tenía el cerebro del tamaño de una puta judía verde. Y la verdad es que mentir, no mentía, es decir, siempre que se prescinda de 30.000 trabajadores, 'los que se queden' sí o sí van a tener una seguridad laboral mucho mayor por cojones. Lo que me tenía con las uñas clavadas en el sillón era que Smith proporcionaba como por casualidad una inyección de genocidio puro y duro que trataba hacer pasar por un método inofensivo para reestructurar el negocio. Nos lanzaba su retahíla putrefacta tan como quien no quiere la cosa que uno se quedaba con la impresión de que Smith realmente se creía que los estúpidos obreros de mierda íbamos a encontrar en sus palabras grandes dosis de alivio. La madre que lo parió, los huevos que tienen algunos podrían usarse como bolas de grúas demoledoras, de lo grandes que los tienen. Para los que se queden. Si se supone que esta solución debería resultar reconfortante, la verdad es que no sonaba nada bien. Era bastante probable que Roger Smith se hubiera equivocado de vocación. y que lo que de verdad debiera hacer es irse de embajador americano a Eitopía: '¿Cómo? ¿Escasez de alimentos? Esto lo arreglo yo en un periquete. Mira, exterminamos a una cantidad ingente de etíopes. los apilamos por ahí, donde no se les vea, para que su horrenda visión no le quite el hambre a nadie, y ¡PRESTO!, avituallamiento PARA LOS QUE SE QUEDEN'."

(Ben Hamper, "Historias desde la cadena de montaje", 1990.)

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