martes, 10 de diciembre de 2019

Sófocles, "Edipo Rey" [429 antes de Cristo]


"Edipo, hijo de Layo, rey de Tebas, y de Yocasta, fue abandonado al nacer sobre el monte Citerón, pues un oráculo había predicho a su padre que el hijo que Yocasta llevaba en su seno sería un asesino. Recogido por unos pastores, fue llevado Edipo al rey de Corinto, que lo educó como un príncipe. Deseoso de conocer su verdadero origen, consultó un oráculo, que le aconsejó no volviese nunca a su patria, porque estaba destinado a dar muerte a su padre y a casarse con su madre. No creyendo tener más patria que Corinto, se alejó de aquella ciudad, pero en su camino encontró al rey Layo y lo mató en una disputa. Llegado a las inmediaciones de Tebas, adivinó el enigma de la Esfinge que cerraba el camino hasta la ciudad, y los tebanos, en agradecimiento, le coronaron rey, concediéndole la mano de Yocasta. Durante largo tiempo reinó digna y pacíficamente, engendrando con su madre y esposa dos hijos y dos hijas, hasta que asolada Tebas por la peste, decidieron los tebanos consultar al oráculo en demanda del remedio. En este momento comienza la tragedia de Sófocles. Los mensajeros traen la respuesta en que el oráculo declara que la peste cesará en el momento en que sea expulsado del territorio nacional el matador de Layo. Mas ¿dónde hallarlo?
'¿Dónde hallar
la oscura huella de la antigua culpa?'
La acción de la tragedia se halla constituida exclusivamente por el descubrimiento paulatino y retardado con supremo arte -proceso comparable al de un psicoanálisis- de que Edipo es el asesino de Layo y al mismo tiempo su hijo y el de Yocasta. Horrorizado ante los crímenes que sin saberlo ha cometido, Edipo se arranca los ojos y huye de su patria. La predicción del oráculo se ha cumplido."

(Sigmund Freud, "La interpretación de los sueños", 1900.)

"Habitantes de Tebas, mirad, este es Edipo:
descifrador de enigmas y hombre el más poderoso
todos a su fortuna miraban con envidia.
¡Mirad ahora a qué ola llegado ha de infortunio!
No juzguéis, pues, dichoso a otro mortal alguno
que no haya aún contemplado aquél último día
en tanto no termine su vida sin dolor."

(Sófocles, "Edipo Rey", 429 a.C.)

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