martes, 8 de noviembre de 2022

Jean Flori, "El islam y el fin de los tiempos. La interpretación profética de las invasiones árabes en la Cristiandad medieval" [2007]

imagínense qué varapalo; la victoriosa primera cruzada, año 1099, alcanzando el rango de guerra santa, no realizó la ansiada profecía escatológica: no apareció el Anticristo ni descendió Cristo redivivo: la Jerusalén terrena no fue testigo del maravilloso último combate de la historia; las señales celestiales fueron mal interpretadas, los entusiastas vaticinios de los predicadores mutaron en peroratas desconectadas del plan divino del mundo; ¿mintió el papa Urbano II en su discurso de Clermont? ¿mintió el beatífico y carismático Pedro Ermitaño a su devoto y pletórico rebaño? ¿y los caballeros que anhelaban ser coronados como mártires para ser admitidos entre los santos en el Paraíso? ¿y la sagrada e irredenta exaltación de los pobres caídos en una bendita peregrinación? ¿y el asombroso descubrimiento de la Santa Lanza durante el sitio de Antioquía? ¿y las visiones milagreras de los ejércitos celestiales durante la batalla en Jerusalén? y el cruento y desenfrenado ensañamiento contra los judíos y la furia sangrienta desatada contra los infieles derrotados; urgía una reinterpretación histórica, mundanal, épica, despojada de su dimensión escatológica: no es la cruzada la que da cumplimiento a las sacras profecías, son las profecías las que anuncian la cruzada; los cronistas obrarán esta inversión: Sigebert de Gembloux, Gilberto de Nogent, Balderico de Bourgueil; la conquista del Santo Sepulcro será obra de los francos; Urbano II quedaba resguardado del juicio histórico de las gentes: el papa nunca anunció explícitamente la llegada próxima del Anticristo y del final de los tiempos, sino solamente la necesidad de establecer previamente la autoridad de los cristianos en Jerusalén para que pudiese darse cumplimiento a la postrera profecía;

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