lunes, 6 de febrero de 2023

Lucia Berlin, "Manual para mujeres de la limpieza" [2015]

No había leído la antología de relatos de Lucia Berlin, el "Manual para mujeres de la limpieza", working class hero, cuidado: 'en la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados'. Me gusta la peña que aun reflejando implacablemente la brutalidad de la vida muestra una inteligente compasión ante la fragilidad humana. Llego demasiado tarde a las novedades. Y son demasiadas.
Los relatos sobre su labor como administrativa en hospitales y salas de urgencias me han gustado mucho, son ya unos cuantos meses rondando centros de salud, y a veces, su ruda mirada atina muy bien.
Una consideración constatable por quienes pasan largas jornadas en urgencias, motivo habitual de queja por los trabajadores del gremio,
"Aún más agotador, y la verdadera causa de la tensión y el cinismo, es que muchos de los pacientes que atendemos en Urgencias no solo no son urgencias, sino que no les pasa absolutamente nada. Al final acabas deseando ver una buena puñalada o una herida de bala. Todo el día, toda la noche, viene a Urgencias gente que ha perdido un poco el apetito, que está estreñida, que tiene tortícolis, que orina rojo o verde (que invariablemente significa que han comido remolacha o espinacas).
¿Y oyen todas esas sirenas en mitad de la noche? Más de una de ellas va a recoger un viejo borracho que se ha quedado sin oporto Gallo."
U otra sobre las enfermeras, que revela también algún asunto relacionado con alguna otra enfermedad de la enfermedad,
"Mi actitud hacia las enfermeras ha cambiado mucho. Solían parecerme inflexibles y despiadadas. Ahora sé que el problema es el hartazgo. He comprendido que la indiferencia es un arma contra la enfermedad. Combátela, acaba con ella. Ignórala, si quieres. Ceder a los caprichos de un paciente solo sirve para que le tome el gusto a estar enfermo, esa es la verdad pura y dura."
También trata el suicidio con una cabronería lejana a la prolífica legión pobladora gazmoña: su fuerza vital le hace sospechar de las razones suicidas,
"Los borrachos están indefectiblemente solos. Los suicidas vienen acompañados al menos por otra persona, en general varias más. Que tal vez era la idea en un principio. Mínimo dos agentes de policía de Oakland. Al final he entendido por qué el suicidio se considera delito.
Las sobredosis son lo peor. Siempre la misma historia. Las enfermeras suelen estar demasiado ocupadas. Les dan alguna medicación, pero entonces el paciente tiene que beber diez vasos de agua. (Esas no son las sobredosis críticas con lavado de estómago.) A veces estoy tentada a meterles los dedos para que vomiten. Hipidos y lágrimas. 'Tenga, un vaso más'.
Hay suicidios 'buenos'. O 'buenas razones', muchas veces, como una enfermedad terminal, el sufrimiento. Pero a mí me impresiona más una buena técnica. Balas que atraviesan el cerebro, venas cortadas como es debido, barbitúricos decentes. Esa gente, aunque no lo consiga, transmite una paz, una fuerza, que quizá sea fruto de una decisión meditada.
Son los reincidentes los que me exasperan: las cuarenta cápsulas de penicilina, los veinte Valium y un frasco de espray nasal Dristan. Sí, ya sé que estadísticamente la gente que amenaza o que intenta suicidarse al final lo consigue. Estoy convencida de que siempre es por accidente. John, que suele volver a casa a las cinco, pinchó un neumático y no llegó a tiempo de rescatar a su esposa. A veces sospecho que se trata de una modalidad de homicidio involuntario: el marido, o el salvador de turno, al final se cansa de aparecer justo en el momento preciso."

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