domingo, 28 de febrero de 2021

Patricio Guzmán, "Nostalgia de la luz" [2010]


El desierto de Atacama es un conveniente almacén de temporalidades: es osario, observatorio y depósito de esperanzas colectivas. Las piedras pintadas por los pastores precolombinos hace mil años, las colinas y las murallas indígenas, los restos humanos momificados; las ruinas de Chacabuco, una mina del siglo XIX que en los setenta del siglo pasado Pinochet convirtió en el mayor campo de concentración de la dictadura; el sofisticado observatorio astronómico, morada de científicos de toda procedencia, ubicado selectamente bajo la claridad transparente del cielo desértico; o las tumbas todavía no localizadas de los desaparecidos durante la dictadura, a cuya búsqueda se consagra un grupo de mujeres con la esperanza de encontrar a sus familiares para darles una correcta sepultura. Con nostalgia reflexiva, montado en una arenosa máquina temporal, Guzmán construye un elaborado memorial colectivo, 'los que tienen memoria son capaces de vivir en el frágil tiempo presente; los que no la tienen, no viven en ninguna parte', que se remonta desde los tiempos ancestrales a los que remiten los objetos astronómicos y viaja por el tiempo precolombino diseccionado por la arqueología hasta la dilatada parada en el tiempo histórico moderno: la nación independiente, la minería del siglo XIX, y aquel tiempo revolucionario de un Chile que se proyectaba hacia el futuro, quebrado por la dictadura militar, enterrado en la vastedad del desierto en un seco nicho todavía hoy esforzadamente buscado por la antropología forense. La gran paradoja del tiempo, que el tiempo presente nos precipita inevitablemente hacia el pasado, es también la paradoja del cine: todo lo que vemos en pantalla ya sucedió. Tanto los cuerpos estelares como los huesos humanos comparten un elemento constitutivo, el calcio, presente en los confines del universo desde la Gran Explosión. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario