martes, 14 de septiembre de 2021

VV. AA., "El Movimiento del 77" [2007]

Los militantes de las organizaciones extraparlamentarias cuestionaban la forma habitual de hacer política, 'ya no es posible relacionarse entre vanguardia y vanguardia con un lenguaje de parroquia propio de 'expertos' de la política, saber todo el abc - y también la m y la l - del marxismo leninismo y no conseguir hablar concretamente de nosotros y de nuestras experiencia' escribía el Grupo Gramsci. En Milán, grupos de jóvenes del extrarradio de la ciudad que se sentaban en los bancos a la espera de algún trabajo infrapagado, deciden ser demasiado jóvenes para aceptar su lenta podredumbre: promueven la creación de los Círculos del Proletariado Juvenil y animan decenas de okupaciones para abrir centros sociales. 'Lo personal es político' sentenciaron las chavalas y los chavales, y con rabiosa certeza declaraban, 'nuestra vida es absorbida durante 8 ó 10 horas diarias de explotación; el tiempo libre se convierte en un escuálido gueto, a la desesperada búsqueda de evasión, estamos obligados a sentirnos inútiles en esta sociedad que destruye las relaciones sociales, las relaciones humanas'; eran acusados de drogadictos, delincuentes, violentos y vagos mientras discutían cómo organizarse, mientras se divertían en fiestas, hacían música y representaban teatro, y preparaban rondas de vigilancia por calles y fábricas para expulsar a los camellos de heroína, a los fascistas, para evitar la explotación de los aprendices y de los menores sin contrato, encontrar puestos de trabajo en los que imponer la colocación de parados, impedir las horas extraordinarias, requisar inmuebles y apartamentos para dárselos a los jóvenes en busca de casa, expropiar alimentos en los supermercados o improvisar encuentros callejeros por medio de los recursos dramáticos. Las contradicciones de la realidad estallan, la fiesta termina, los 100.000 jóvenes reunidos en el parque Lambro aquel verano se (re)encuentran con la soledad, la violencia y la miseria material, 'volvamos a los barrios y a las fábricas para que las flores de la revuelta que brotaron en Lambro se multipliquen en cien flores de organización, en mil episondios de expropiación, en sólidas bases de contrapoder, en la capacidad de organizar para el próximo año una gran fiesta: uestra fiesta contra la metrópoli.' Un tranquilo festival de pop que da miedo. Se acercaba el año de 1977. Por ahí se puede iluminar ese rastro rojo: los libros de Nanni Balestrini, los textos de la sección italiana de la Internacional Situacionista, las lúcidas proclamas tempestuosas de Gianfranco Sanguinetti, los diferentes análisis de lo que se conoció como Movimiento del '77, etc.

"El ‘77 fue, recordémoslo, anticipación e inicio del fenómeno llamado punk, que ha representado el alma más profunda de las culturas juveniles de los años ochenta y no venta. El punk no fue, en realidad, un puro y simple gesto inmediato de revuelta, aunque le encantase presentarse como tal. El punk fue el despertar de la conciencia tardomoderna frente al efecto irreversible de devastación producido por todo aquellos que los movimientos revolucionarios no supieron cambiar, eliminar, destruir. El punk fue una especie de desesperada y lúcida consciencia de un después sin salvación. No future, declaró la cultura punk contemporánea de la insurrección creativa de Bolonia y de Roma: «No hay ningún futuro». Aún estamos en ese punto, mientras la guerra más demencial que la humanidad haya conocido destruye las conciencias y las esperanzas de una vida vivible. Estamos aún allí, en el punto en el que nos dejó el congreso de septiembre de 1977. No future sigue siendo, hoy como entonces, el análisis más agudo y el diagnóstico más acertado. Y la desesperación el sentimiento más humano."

(Franco Berardi Bifo, “El año en el que el futuro se acabó”, 2002.)

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