Como política mediática alrededor del suicidio, prevalece el silencio, el temor a fomentar lo que se conoce como 'efecto Werther', el contagio de 'el mal del siglo'. Un silencio, un tabú, rodeado de un halo de oscurantismo, a pesar de su sorprendente frecuencia. A veces se reportan suicidios en las páginas de sucesos de los periódicos, como el suicidio de Robbin Williams o Kym Jong-Huin, o, considerado asunto de interés general, el suicidio de algún desahuciado, que para quien esté algo familiarizado con la complejidad del fenómeno, supone una instrumentalización deshonesta. El libro de Gabriel González Ortiz, "Hablemos del suicidio. Pautas y reflexiones para abordar este problema en los medios", tiene el valor de plantear, diría que con escrupulosa sensatez, cómo romper el silencio mediático que rodea al suicidio, tomando como perspectiva una óptica preventiva que no aumente el daño de los allegados, ni simplifique el fenómeno, que es multicausal, de interacción compleja no unívoca. Supervivientes de intentos frustrados y asociaciones de familiares reclaman que se hable del suicidio, y cada vez tendrá que ser más usual ver noticias relacionadas en las secciones sobre salud de los distintos medios. Y algún día se elaborará un Plan Nacional para la Prevención, y quizá funcione.
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