áspero y crüel de muerte.
Hurgando en las obras devocionales de Cristóbal de Castillejo, el poeta castellano del primer Renacimiento, encontré una sorprendente composición con el encabezado "En una aldea para cantar la noche de Navidad". Sus primeras estrofas son una paráfrasis en español del célebre himno latino, de inspiración franciscana, "Dies Irae", un himno precioso y macabro, dictado por los reproches de una conciencia culpable,
Tened memoria, mortales,
del jüizio que vendrá,
adonde se os tomará
la cuenta de vuestros males.
Una sibila pagana
que Christo no conoció,
antes lo profetizó
qu'el tomasse carne humana.
¿un himno apocalíptico para celebrar la meliflua noche de Navidad? Imagínense una Misa del Gallo, la empelagosa liturgia de Nochebuena que celebra la alegría, la vida y la esperanza, en la que los asistentes entonan poseídos la melodía del Día de la Ira, sobrecogidos por la profecía del sublime segundo advenimiento de Jesús. Y es que la primera cristiandad, no sólo consideraba a ese Jesús un adorable niño mofletudo, también era el Dios que retornará algún día, de manera no tan enternecedora, para emitir la sentencia del Juicio del Final de los Tiempos. Y ya estamos en Tiempo de Adviento.
Del cielo decenderá
y en carne será presente
a juzgar toda la gente
el Rey que siempre será.
El incrédulo y el fiel
verán a Dios poderoso
con sus santos glorïoso
desd'el siglo en el fin dél.
(Cristóbal de Castillejo, "En una aldea para cantar la noche de Navidad", primera mitad del siglo XVI.)
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