que se tema el Pueblo, que anda desviado,
mejore sus costumnes, faga a Dios pagado,
que non sea de Christo estonz desemparado."
Una composición que suele pasar desapercibida de nuestro poeta riojano, Gonzalo de Berceo, es "Signos que aparecerán antes del Juicio Final", elaborada entre 1236 y 1246, en los mismos años en que Gegorio IX, sobrino del infame Inocencio III, pervertía, tras morir, el legado de Francisco de Asís, en el tiempo en que daba forma jurídica a la tristemente célebre Inquisición. El "Apocalipsis de San Juan", un libro admitido como canónico, muy discutido, asumido de forma dispar, fue central en la configuración de la cristiandad visigoda. En el IV Concilio de Toledo, año 633, las autoridades eclesiásticas peninsulares exigían que el 'Apocalipsis', considerado ya sagrado, fuera leído en los oficios y que los sacerdotes lo explicaran a los fieles. Fue una centuria después que aparecieron los sucesivos comentarios del Beato de Liébana, concebidos para el combate propagandístico contra la revitalización de la herejía arriana, Elipando y los adopcionistas, 'Testículo de Cristo', y la presencia árabe en tierra ibérica, quizá el primer best-seller hispano de alcance europeo, admirado por su poderosa secuencia de iluminaciones. Y allí, otras centurias después, en el monasterio de San Millán de la Cogolla, centro de difusión de los 'Beatos', la pluma clerical de Berceo se ponía a las órdenes de una efectista catequesis del miedo, en un contexto de movilización reconquistador que amplificaba los padecimientos que la furia del Gran Ogro desplegará ante quienes se mantengan díscolos a los postulados de la verdadera Iglesia.
"Todos los christïanos que en Christo creemos,
si estas visïones escusar las queremos,
mejoremos las vidas, penitencias tomemos,
ganaremos la gloria, el mal escusaremos."
(Gonzalo de Berceo, "Signos que aparecerán antes del Juicio Final", entre 1236 y 1246.)
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