viernes, 11 de octubre de 2019

Grupo Dziga Vertov, "Todo va bien" [1972]

El escenario: una fábrica del sector cárnico. La acción: su ocupación por los obreros. ¿Alguien recuerda que las movilizaciones de aquel mes de Mayo del '68 francés se sustentaron en la ocupación de un sinfín de edificios públicos y privados? Habían pasado cuatro años de aquel célebre mes, y las posibilidades, ya cerradas, dejaban el regusto agrio de la individualidad.


"Si entre el 16 y el 30 de mayo se hubiese constituido en una sola fábrica una asamblea en Consejo que detenta todos los poderes de decisión y de ejecución eliminando a los burócratas, organizando su autodefensa y llamando a los huelguistas de todas las empresas a ponerse en contacto con ella, superado ese último paso cualitativo hubiese podido llevar el movimiento a continuación a la lucha final cuyas perspectivas trazó históricamente. Gran cantidad de empresas habrían seguido el camino así abierto. Inmediatamente, esa fábrica hubiese podido sustituir a la incierta y en algunos aspectos excéntrica Sorbona de los primeros días para convertirse en el centro real del movimiento de ocupaciones: se habrían reunido alrededor de esta base los verdaderos delegados de los numerosos consejos que prácticamente ya existían en algunos edificios ocupados y en todos aquellos que habrían podido imponerse en todas las ramas de la industria. Una asamblea semejante hubiese podido entonces declarar la expropiación de todo el capital, incluido el estatal, anunciar que todos los medios de producción del país serían en lo sucesivo propiedad colectiva del proletariado organizado en democracia directa y llamar directamente -aprovechando los medios técnicos de telecomunicación- a los trabajadores de todo el mundo para que apoyasen esta revolución. Algunos dirán que esta hipótesis es utópica. Nosotros responderemos: es precisamente porque el movimiento de las ocupaciones estuvo objetivamente en varios momentos a una hora de un resultado tal por lo que sembró semejante espanto, legible para todos en la impotencia que estaba demostrando el Estado y en el pánico que invadía al partido llamado comunista, y más tarde en la conspiración de silencio que se ha hecho sobre su gravedad. Hasta el punto de que millones de testigos, presas nuevamente de la 'organización social de la apariencia' que le presenta esta época como una locura pasajera de juventud -tal vez sólo universitaria- deben preguntarse si no está loca una sociedad que pudo dejar pasar así una aberración tan asombrosa."

(Internacional Situacionista, "El comienzo de una época", 1969.)

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