miércoles, 9 de octubre de 2019

Jean-Luc Godard, "Week-end" [1967]


Lo sagrado, profanado. Una pajera de burgueses emprende el viaje a Oinville, pretenden arrancar a los padres de ella parte de la herencia, y toman la autopista del sur que contara Cortázar: una eterna caravana de vehículos atasca la carretera, y seales familiar la causa, fue un siniestro mortal que se ha cobrado tres vidas desdeñables lo que la colapsa. Una selectiva contabilidad camufla la catástrofe que supone el rutinario funcionamiento de la sociedad industrial, la comodidad del transporte motorizado exige sus sacrificios, ¿cuántos cadáveres han sido ofrendados al dios de la velocidad?, si los viéramos pudrirse en las cunetas, pestilentes, mugrientos, junto a los coches siniestrados que fueron sus parcas. Y en la carnicería de fin de semana, la lucha de clases impulsada por el resentimiento, que los obreros sólo quieren convertirse en burgueses, envidian sus prebendas mercantiles, ¿podrá el surrealismo rehacer el pensamiento humano, modificar masivamente la dirección del deseo, alumbrar otros quereres más dignos, y formar a los profetas heraldos de La Era del Espíritu Santo?, la gramática de las lenguas humanas se disolverá cuando en sangrienta comunión retornemos al Paraíso del que nuestros más lejanos ancestros fueron expulsados. Pero la poesía será asesinada, pues sólo conduce a la desesperación, el cine-ficción producirá industrialmente entretenimientos mediocres, Alicia está en el país de las mezquindades y se torna altamente flamígera, y los revolucionarios panafricanos perderán su optimismo combatiente, y los luchadores panárabes descubrirán que están escindidos y que son vulnerables. Dicen algunos, 'el horror de la burguesía sólo puede superarse con el horror del proletariado', ¿deja el horror de serlo por cambiar su color de blanco a rojo?, el reino de la libertad, la hermandad mundial de los pueblos, la internacional de la especie humana, el proletariado, destinado a reconstruir ese acuerdo social entre los humanos que proporcione alegría y bienestar a los habitantes del planeta, diría que engrosamos grupos tribales caníbales, que el caos, su vago orden, es lo único que existe tras el sacrificio del cordero de dios, que los más miserables disfrutan de la antropofagia, que en general, podemos vernos reflejados en el ansia carnívora de Corinne, 'Mezclamos el cerdo con los turistas ingleses, también debía quedar algo de tu marido', 'Luego repetiré, Ernest', ejercitamos una misantropía (in)correctamente adaptada a la deriva apocalíptica mundial.

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