sábado, 16 de noviembre de 2019

Marguerite Yourcenar, "Clitemnestra o el crimen" [1936]


"Tengo ante mí audencias de piedra. Maté a aquel hombre con un cuchillo, dentro de la bañera, con ayuda de mi miserable amante que ni siquiera era capaz de sujetarle los pies. Ya conocéis mi historia: no hay ni uno de vosotros que no la haya repetido veinte veces al acabar la copiosa comida, acompañada del bostezo de las sirvientas; ni una de vuestras mujeres que no haya soñado alguna vez con ser Clitemnestra. Vuestros pensamientos criminales, vuestras ansias inconfesadas ruedan por los escalones y vienen a derramarse en mí, de suerte que una especie de horrible vaivén hace de vosotros mi conciencia y de mí vuestro grito."

Situada en los contornos temporales de la I Guerra Mundial, o en una perpetua guerra por la ambición del poder, una mujer, sumergida en un mundo de hombres, la mítica Clitemnestra, relata ante sus jueces por qué asesinó a su marido.

"Durante un instante, pensé en disponerlo todo para simular un accidente que no dejara huellas, de suerte que la lámpara de petróleo cargara con las culpas. Pero yo quería obligarlo a mirarme de frente por lo menos al morir: por eso lo iba a matar, para que se diera cuenta de que yo no era una cosa sin importancia que se puede dejar o ceder al primero que llega."

(Marguerite Yourcenar, "Clitemnestra o el crimen", 1936)

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