jueves, 28 de noviembre de 2019

Sófocles, "Ayax" [hacia el 450 antes de Cristo]

"La espada homicida clavada está de punta, por donde más cortante habrá de ser, si para alguno hay tiempo también de reflexionar, regalo del guerrero Héctor, de los huéspedes para mí con mucho el más odiado, y el más aborrecible de ver. Clavada está en la hostil tierra de Troya, con amoladera que el hierro roe recién afilada. Yo la clavé rodeándola con esmero, a fin de que bien dispuesta esté para con este hombre de forma que al punto muera."


Ayax es un gran guerrero de fuerte orgullo, violentas pasiones e intenso compromiso con un inquebrantable ideal del honor, que, en una noche sangrienta de locura, comete un acto vergonzoso que no puede tolerar porque es incongruente con la imagen que él pretende de sí mismo en su sociedad. El Gran Ayax, héroe de la Guerra de Troya, en gloria sólo por debajo del inigualable Aquiles, ha arremetido sangrientamente, maldito por Atenea, contra las reses capturadas a los troyanos destinadas a abastecer a las huestes griegas, pensando estar cumpliendo justa venganza con los caudillos guerreros, Agamenón, Menelao, Odiseo, que en el juicio de las armas de Aquiles había sido dictaminado, por el capricho de la diosa, que las armas fueran concedidas a Ulises, infame corona a alguien con menos méritos de guerra. Y Ayax, ultrajado, enfermo de vergüenza, acomete su suicidio en la solitaria independencia de su dignidad y de su fuerza: tras su muerte, será la habilidad verbal de su enemigo, Odiseo, aka Ulises, la que se precise para obtener de su comunidad el honor por el que se suicidó: el honor final de un entierro digno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario