domingo, 12 de enero de 2020

Teócrito, "Idilios" [siglo III antes de Cristo]

"La hechicera", un mimo de aire urbano,
'Simeta enamorada locamente de Delfis, que en los últimos días ha dejado de visitarla, tras recibir noticia de que él le es infiel recurre con la ayuda (un tanto precaria) de su sierva Téstilis a un rito mágico, con el que pretende recuperar a su desleal amante. Luego, en un soliloquio cuyo testigo es la Luna, nos cuenta el origen de su pasión y la historia de sus amores con Delfis',
una contribución a los conocimientos sobre la magia griega antigua, y una pieza inmortal de poesía erótica, rebosante de sensualidad en la exposición del obsesivo afán de posesión amorosa, motivo romántico de una pasión sin correspondencia, frustrada.
Simeta, una especie de ingenua aprendiz de bruja, operando con las potencias oscuras de la noche, con un lenguaje tenebroso y una rueda mágica en las manos, formula un conjuro para aprisionar el corazón de su casquivano amante Delfis, y le confiesa a la Luna inerte, con tenso dramatismo, los avatares pasionales del ardiente encuentro con su amado, el fuego iracundo que prende en su corazón, su amarga inevitable soledad.

"¡Mágica rueda, arrastra tú a mi casa a mi hombre!
Delfis me ha lastimado. Y yo por causa de Delfis
quemo el laurel. Que, lo mismo que este crepita
abrasándose y tan presto prendió y ni cenizas vi-
mos de él, así se consuma en la llama la carne de
Delfis.
¡Mágica rueda, arrastra tú a mi casa a mi hombre!
Tal como yo derrito esta cera con ayuda de la
diosa, así se derrita de pasión al momento Delfis el
mindio. Y tal como grita, por Afrodita movido, es-
te disco de bronce, que así aquel venga a girar a mi
puerta.


"¡Mágica rueda, arrastra tú a mi casa a mi hombre!
He aquí que guarda silencio la mar y guarda si-
lencio los vientos. Mas mi dolor dentro del pecho
no guarda silencio, sino que toda me abraso por
aquel que, cuitada de mí, en vez de hacerme su es-
posa, me ha llenado de oprobio sin ser ya doncella.
¡Mágica rueda, arrastra tú a mi casa a mi hombre!
Por tres veces una libación te dedico, Señora, por
tres veces esta fórmula pronuncio: '¡Que ya si a su
lado yace mujer, ya si hombre también, a tal grado
se olvide de ellos cuanto Teseo una vez, según di-
cen, en Día se olvidó de Ariadna la de trenzas her-
mosas.'
¡Mágica rueda, arrastra tú a mi casa a mi hombre!
La fárfara crece en Arcadia y con ella en el
monte enloquecen todas las potras y yeguas velo-
ces. Que así yo también vea a Delfis y como un lo-
co llegue a esta casa desde el gimnasio aceitoso.
¡Mágica rueda, arrastra tú a mi casa a mi hombre!
Esta orla Delfis perdió de su capa: ahora yo hilo a
hilo la arrojo en el fuego cruel. ¡Ay!, Amor doloro-
so, ¿por qué me has chupado toda la negra sangre
del cuerpo, como sanguijuela del pantano aferrán-
dote a mí?"

(Teócrito, "Idilios II. La Hechicera", siglo III antes de Cristo.)

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