lunes, 17 de junio de 2019

Javier Valdez Cárdenas, "Malayerba. La vida bajo el narco" [2016]


Encontré un libro de crónicas publicadas en el semanario 'RíoDoce' del periodista asesinado el 15 de mayo del 2017 por el narco, Javier Valdez Cárdenas, "Malayerba. La vida bajo el narco", era el sexto periodista ejecutado en lo que iba de año en México. Compila varias de las columnas que publicó en el célebre, ya no sé si decir tristemente célebre, semanario.

"Si vas a Culiacán no voltees. No veas a la gente de otros carros. No grites ni reclames. No pites. No cambias de luces. No manejes en chinga ni nades rebasando. Y si voltean a reclamarte y te cambian las luces y te gritan y te pitan y te pasan en chinga por un lado, rebasándote, no los peles. Se lo dijo claramente: si vas a Culiacán, y no se te olvide. Venía de Veracruz: tierra cándida, habitantes jacarandosos. La arena del mar es cómplice y concupisciente, y el mar es un alcahuete, un pararrayos, una terapia. Pero estaba en Culiacán. No es tierra caliente: es gente caliente, y cruceros y banquetas, y plazuelas y cafés y cantinas y oficinas. Culiacán ardiente y no siempre cálida. La ciudad, el chapapote, los semáforos en rojo y los relojes: todo está caliente. La gente anda de mal humor. Apurada. Las camionetas, esas grandotas, monstruosidades que todo lo minimizan, son las que mandan. Ellos, sus conductores, tienen permiso para pasarse los altos sin ser infraccionados ni perseguidos. Ellos, los narcos, los dueños. Y con ellos esa fauna consustancial: los pistoleros, los que venden droga y los que la cobran, los que la siembran y bajan al valle y luego la llevan a la costa, los ayudantes, los mandaderos, los mitoteros, aprontados y émulos. Cualquiera, cualquiera: cualquiera de ellos puede matarte. Y no pasará nada."

(Javier Valdez Cárdenas, "Malayerba. La vida bajo el narco", 2016.)


"Y sin embargo hay gente en todo México que sigue desafiando este reino de silencio. Como resultado, muchos terminan mirando los ojos del silencio al fondo del cañón de un fusil. Periodista, activistas de derechos humanos, parientes de los asesinados, guerrilleros rurales y, a veces, funcionarios públicos honestos, son los que más frecuentemente se encuentran en la mira del silencio. Su palabra es una táctica de combate en la batalla contra la muerte anónima; su lucha es una batalla real, no contra las plantas y aquellos a quienes les gusta usarlas para doparse, sino contra el régimen perverso de ilegalidad e impunidad que hace que el narco sea tan buen negocio y que impone la muerte y el silencio necesarios para que lo siga siendo. Son gente que, a pesar de la sangre y las promesas incumplidas, sigue creyendo en una forma de justicia; si no en la justicia del Estado, de la ley, de la policía, de las cortes y los legisladores, sí en la justicia del saber, pues hablar y contribuir al saber son formas de rebeldía contra el silencio y la muerte. Los exorbitantes lucros del mercado ilegal de narcóticos requieren que una vasta y compleja red de actividad humana -cultivo, procesamiento, embalaje, transporte internacional, almacenamiento, distribución y ventas, tráfico de armas, vigilancia, lavado de dinero y extensa protección política- se mantenga sumergida en un ámbito nebuloso de palabras constantes e ignorancia perpetuamente impuesta."

(John Gibler, "Morir en México. Terror de Estado y mercados de la muerte en la guerra contra el narco", 2012.)

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