sábado, 29 de junio de 2019

Roger Belbéoch, "Chernoblues. De la servidumbre voluntaria a la necesidad de la servidumbre" [2001]

¿Cómo suministrar de energía necesaria las exigencias de consumo de la sociedad industrial? Poner en funcionamiento la energía nuclear, los 'átomos para la paz' de Eisenhower, acarreaba irreversibles nocivas consecuencias. Róger Belbéoch las analiza en "La sociedad nuclear". Y si un artículo pudiera recomendar al interesado por las vicisitudes de la gestión de la catástrofe de Chernóbil sería "Chernoblues. De la servidumbre voluntaria a la necesidad de la servidumbre". Se ha hablado tan ligeramente en estos días sobre las fallas, achacables a la naturaleza del poder soviético, de la gestión de la crisis nuclear. La cuestión de la obtención de energía, mercancía entre mercancías, clave necesaria para suministrar el avance la sociedad industrial, que posibilita el encendido de la amalgama de nuestros juguetes técnicos, nos obliga a replantearnos todo el prepotente, y frágil, edificio civilizatorio.


"Algunos escépticos incorregibles acusan al poder soviético de no haber gestionado correctamente la situación accidental, ya durante, ya después del accidente. Pero, ¿qué tendría que haber hecho el poder, qué habría tenido que decir para que la gestión hubiese sido 'correcta'?
¿Qué tendría que haber dicho a los grupos de intervención que los expertos científicos mandaron al techo del reactor fuera de control para sofocar el incendio, a los pilotos de los helicópteros que cubrieron de arena, boro y plomo el núcleo en fusión del reactor, o posteriormente a los equipos que construyeron el sarcófago? ¿Qué tendría que haber dicho a los 'héroes' que envió al techo del sarcófago una vez terminado para plantar allí la bandera soviética y glorificar el trabajo humano? ¿Habrían participado con tanta eficacia si les hubieran contado previamente los graves problemas de salud que les aquejarían después de haber sido copiosamente irradiados y contaminados? [...] ¿Es seguro que esta mano de obra habría sido tan dócil y tan valiente si los responsables le hubiesen explicado con detalle todos los riesgos que iban a hacerle correr, precisando que a buen seguro existían otros desconocidos, y que su coraje iba a permitir dar con ellos? ¡La Ciencia les quedaría agradecida, desde luego!
¿Qué habría habido que explicar a esos cientos de miles de 'liquidadores' antes de enviarlos a 'limpiar' el emplazamiento? ¿Que la radioactividad era traicionera, que iba a penetrar en ellos por múltiples vías, que no notarían nada en el momento pero sus células quedarían dañadas y que su salud se vería afectada más tarde? [...]
¿Habría que decir a los 'liquidadores' que no iban a liquidar nada en absoluto, que aquella contaminación que se supone iban a hacer desaparecer tan sólo cambiaba de sitio y que reaparecería una y otra vez allí donde había creído quitarla? ¿Había que proclamar que esa liquidación no era más que una enorme campaña espectacular para hacer creer que era posible deshacerse de la contaminación, que es posible al fin y al cabo gestionar un accidente nuclear aunque el 'genio radioactivo no puede ser devuelto a la lámpara'? [...]
¿Habría que haber advertido a todos los habitantes de Ucrania, de Bielorrusia y de una buena parte de Rusia de que, desde el día 26 de abril de 1986, había peligro? ¿De que tenían que tomar múltiples precauciones, especialmente en caso de lluvia? ¿Qué podía hacer esta gente? ¿Dejar de salir? ¿Limpiar los caminos, los huertos, sus casas, etcétera, con agua... contaminada? ¿No ingerir alimentos contaminados? [...] ¿Había que haberles dicho que esos alimentos 'sucios' eran peligrosos para su salud, pero sobre todo para la de sus hijos? [...] ¿Dónde iban a encontrar leche 'limpia' para los niños, y qué podían hacer con toda la producción de leche 'sucia'? ¿Había que destruir cosechas enteras, sacrificar a los animales destinados a carne e incluirlo todo en los residuos radioactivos? Pero ¿qué podía hacer con ese montón de residuos?
Hubo zonas a más de 200 kilómetros del reactor que quedaron contaminadas. Habría hecho falta evacuar rápidamente a un millón de personas de los territorios contaminados, incluso a más, dependiendo de los criterios de protección más o menos estrictos que se adoptasen. Ahora bien, ¿adónde llevar a tanta gente? ¿Cómo transportarla? ¿Habría aceptado la población local a esas personas en sus nuevas residencias? ¿Cómo se gestiona 'correctamente' una situación semejante? Las autoridades soviéticas no hicieron pública la importancia de estas contaminaciones hasta 1989. ¿Tenían que haber dicho entonces a la población que no fue posible proceder en 1986; a la evacuación masiva de los territorios contaminados? ¿Tenían que haber explicado que lo esencial de los daños se había introducido en su interior y que las nuevas medidas, por muy amplias que fuesen, no podrían borrarlos?
¿Habría que decir a todas esas personas que han vivido o que siguen viviendo en regiones que deberían haber sido declaradas inhabitables desde los primeros días de la catástrofe, que forman un grupo especialmente interesante para determinar el riesgo de cáncer por radiación, pero que hasta que no hayan muerto todos no se les podrá aportar la prueba científica de la magnitud del riesgo que los dirigentes les hicieron correr? [...]
¿Puede concebirse un poder estatal lo suficientementemente irresponsable como para ceder a la tentación de decir toda la verdad y nada más que la verdad?

(Roger Belbéoch, "Chernoblues. De la servidumbre voluntaria a la necesidad de la servidumbre", 2001.)

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