¿Seré el único al que le ha gustado esta película? El problema es que Varg Vikernes y Euronymus no tenían abuelas o no se preocuparon jamás de ellas. Y que no compartían relajadamente una cerveza con alguno de los habitantes ajenos al mondongo blacker de sus respectivos barrios. De una manera sorprendente, Jonas consigue mostrar a los héroes del black metal noruego como unos retardados pedestres, bobos adolescentes que se creían más de lo que eran, y eso que no es moco de pavo lo que facturaron, que es por lo que todavía son admirados, artífices primigenios de una música tan oscura como seductora, tan bella y salvaje. Las situaciones en las que se ven envueltas los señores del caos escandinavos adquieren un cariz humanamente comprensible, algunas ofensas mal digeridas, una competitividad absurda, la escalada de vilezas derivada del afán por mostrarse el tipo más implicado en la presunta noble causa, a saber, la propagación del miedo y el mal, estos asuntos quedan retratados solventemente. ¿O de verdad creían que los compositores de Burzum y Mayhem estaba por encima del bien y del mal? En todo caso más allá del bien que del mal. Hasta la situación paranoica que lleva a un bocazas resentido como Kristian (otra estupidez Conde, fue cambiarte el nombre que te puso tu amantísima madre) a asesinar a Oystein se desarrolla de forma verosímil. Es comprensible que la comunidad en torno al Black Metal haya dado la espalda a la película. Cuando los fastos se desmoronan, caen los trampantojos, el espectáculo no decora con sus magnificentes artimañas el sempiterno patetismo de unos humanos demasiado humanos, y queda una prosaica vulnerabilidad.
domingo, 31 de marzo de 2019
Jonas Åkerlund, "Lords of Chaos" [2018]
¿Seré el único al que le ha gustado esta película? El problema es que Varg Vikernes y Euronymus no tenían abuelas o no se preocuparon jamás de ellas. Y que no compartían relajadamente una cerveza con alguno de los habitantes ajenos al mondongo blacker de sus respectivos barrios. De una manera sorprendente, Jonas consigue mostrar a los héroes del black metal noruego como unos retardados pedestres, bobos adolescentes que se creían más de lo que eran, y eso que no es moco de pavo lo que facturaron, que es por lo que todavía son admirados, artífices primigenios de una música tan oscura como seductora, tan bella y salvaje. Las situaciones en las que se ven envueltas los señores del caos escandinavos adquieren un cariz humanamente comprensible, algunas ofensas mal digeridas, una competitividad absurda, la escalada de vilezas derivada del afán por mostrarse el tipo más implicado en la presunta noble causa, a saber, la propagación del miedo y el mal, estos asuntos quedan retratados solventemente. ¿O de verdad creían que los compositores de Burzum y Mayhem estaba por encima del bien y del mal? En todo caso más allá del bien que del mal. Hasta la situación paranoica que lleva a un bocazas resentido como Kristian (otra estupidez Conde, fue cambiarte el nombre que te puso tu amantísima madre) a asesinar a Oystein se desarrolla de forma verosímil. Es comprensible que la comunidad en torno al Black Metal haya dado la espalda a la película. Cuando los fastos se desmoronan, caen los trampantojos, el espectáculo no decora con sus magnificentes artimañas el sempiterno patetismo de unos humanos demasiado humanos, y queda una prosaica vulnerabilidad.
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