"Se trataba de que en el camino hacia el Ideal Supremo, que consistía en eliminar al enemigo de una vez para siempre, se crease una comunión criminal con el pueblo; de que, a consecuencia de una participación masiva en el genocidio, surgiese un sentimiento de culpa unificador; de que todos y cada uno supiesen que, desde el momento en que habían cometido algún asesinato, se cerniría sobre ellos la irrevocable ley de la revancha, a través de la cual divisarían el fantasma de su propia muerte. [...] en Ruanda lo importante era que todo el mundo cometiese asesinatos, que el crimen fuese producto de una acción de masas, en cierto modo popular y hasta espontánea, en la cual participarían todos; que no existiesen manos que no se hubieran manchado con la sangre de aquello que el régimen consideraba enemigos."
(Ryszard Kapuściński, "Ébano", 1998.)
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