Era una noche para leer un libro que se titula "Otra noche de mierda en esta puta ciudad", escrito por el estadounidense oriundo de Boston, Nick Flynn, unas memorias incómodas, adecuadas para los chavales que temen seguir los errados pasos de sus dañinos padres, ¿no se han asustado, retoños visualizados como hombres, al verse reflejados en el espejo de aquel macho progenitor exponente surtidor de desgracias?, ¿han alumbrado alguna semejanza que ha avivado la peligrosa tendencia autodespectiva?, sepan agradecer lo que la vida les ha ofrecido, absórbanlo dialécticamente y superen los errores, y desesperen recordando aquel lapidario proverbio árabe, 'el hombre se parece más a su tiempo que a su padre', o si están interesados en la experiencia de la indigencia, acérquense a las meditaciones que un chaval inteligente y sensible despliega sobre la experiencia laboral en un albergue para vagabundos en aquel Boston de la década de los ochenta, con pesar reconocerá que la vida de quien está tirado en la calle no emula la dignidad de los preciosos personajes de "Mendigos y orgullosos" del gran Albert Cossery o a las gestas menesterosas del insigne Diógenes de Sínope, ¿y por qué Nick Flynn no se atrevió a rescatar a su padre?
"A veces lo veía pasar frente al edificio donde vivo, camino de ninguna parte. Podía darle una llave, ofrecerle un rincón en mi piso. Un colchón. Una cama. Pero no lo hice. Si lo dejaba entrar me convertiría en él, se difuminaría la línea que nos separaba, se aceleraría la lenta marcha hacia mi propio naufragio. El lema de una empresa de mudanzas decía VAMOS JUNTOS, pero un gamberro o un empleado descontento lo había modificado, y en el costado de un camión se leía CAEMOS JUNTOS. Quien socorre al que se ahoga, puede irse al fondo con él. No podía ser su bote salvavidas."
(Nick Flynn, "Otra noche de mierda en esta puta ciudad", 2004.)
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