domingo, 18 de agosto de 2019

Federico García Lorca, "El público" [1930]


Una laberíntica confusión: la primera sensación tras ver este atrevido montaje de la obra lorquiana en el teatro Bretón. ¿Un diálogo de amor imposible relacionado con los ancestrales mitos de la metamorfosis? La flor venenosa, la flor de Diana, el amor es pura casualidad, y el amor entre hombres, la sensualidad desatada, el amor que no se atreve a decir su nombre: lo intolerable para la mascarada social. '¿Qué hago con el público si le quito las barandas al puente? Vendría la máscara a devorarme'. Una lucha de disfraces, el individuo en pugna con todas sus caretas, el individuo que es sus múltiples caretas, ¿qué careta dominará en su vida social?, 'cuando se hayan quitado el último traje de sangre, la verdad será una ortiga, un cangrejo devorado, o un trozo de cuero detrás de los cristales'. La verdad, aunque se predique en el desierto, aunque uno quede ciego: que el 'teatro al aire libre', de falsa apariencia, deshaga sus convenciones y trasmute en 'teatro bajo la arena', la verdad bajo la sepultura, 'yo me atreví a realizar un dificilísimo juego poético en espera de que el amor rompiera con ímpetu y diera nueva forma a los trajes'. Alimento de la muerte. 'Oh amor, amor que necesitas pasar tu luz por los calores oscuros'. La lucha de disfraces, la superposición de caretas, y el Desnudo Rojo que muere; la coexistencia de sueño y realidad, la intercomunicación entre distintas esferas (literarias, míticas, convencionales), el derribo de los límites del tiempo y del espacio.
'¡Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro!'

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