viernes, 9 de agosto de 2019

León Hebreo, "Diálogos de amor" [1502]

Es una constante en la disertación amorosa, me atrevería a decir que latente en cualquier reflexión amorosa de cualquier época, establecer la oposición entre el sensato amor, que sería intelectivo, surgido de la razón, virtuoso, luminoso, amante de las cosas honestas, divino, un impulso que se alimenta de la belleza y que crece robusto con la comprensión de lo que se ama, y el loco amor, lascivo y ponzoñoso, pasional, terrenal, furiosamente contradictorio, de sensorialidad tenebrosa, absorbente, como una fuerza aciaga, fatal, que te conduce por el camino inverso, el que va de la luz a la oscuridad, del cosmos al caos. El diálogo entre Sofía (sabiduría) y Filón (amor), en el influyente libro de principios del S. XVI, "Los diálogos de amor" de León Hebreo, un sefardí nacido en Lisboa, que tuvo que abandonar la península tras aquel Edicto de Granada, desarrolla con amplitud la teoría amorosa inspirada en el neoplatonismo de la Academia de Marsilio Ficino: todo cuanto existe participa del amor, que es un perpetuo acercarse a la belleza, equivalente a la luz, y que dimana de un principio superior, fuente de toda ella, que no es otro sino Dios.


"El amor regulado por la razón no quiere forzar al amante, y aunque se le aplique el nombre de amor, no produce sus efectos. El verdadero amor espolea la razón y la persona amante con violencia admirable e increíble fuerza; perturba, más que cualquier otro obstáculo humano, la mente, en la que reside el juicio; borra cualquier otro recuerdo y la llena sólo de sí mismo, hace al hombre completamente ajeno a su persona e identificado con la amada. Lo convierte en enemigo de placer y de compañía, amigo de la soledad, melancólico, lleno de pasiones, rodeado de penas; la aflicción le atormenta, le martiriza el deseo, vive de esperanza, estimulado por la desesperación, meditabundo, angustiado por la crueldad, lleno de sospechas y asaeteado por los celos; está atribulado, sin descanso, continuamente fatigado, siempre le acompañan dolores, suspira a menudo y le trabajan constantemente temores y despechos. ¿Qué más puedo decirte, sino que el amor hace que continuamente muera la vida y viva la muerte del amante? Lo que encuentro más maravilloso es que, siendo tan intolerable y extremado en crueldades y tribulaciones, la mente no quiera alejarse de él, ni desea ni procura; al contrario, a quien le aconseja y ayuda le considera enemigo moral. ¿Crees, Sofia, que en tal laberinto nos podamos atener a la ley de la razón y a las reglas de la prudencia?"

(León Hebreo, "Diálogos de amor", 1502.)

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