sábado, 3 de agosto de 2019

Maximilien Rubel, "Marx sin mito" [1961-1994]


En los estantes tengo libros llenos de polvo de algunos brillantes marxianos. Prueba es este "Marx sin mito" de Maximilien Rubel, que supuso otra de esas ayudas para clarear el embrollo de mi cabezota, liado más por rumores débiles que por honestas curiosidades, suscitado alrededor de ese decimonónico enfrentamiento, completamente freak, raramente se presentaba la ocasión de charlar sobre él, entre anarquistas, al menos bakuninistas, y marxistas, o los que se hacían llamar tales. Y del ucraniano Rubel, pasé a los textos de socialistas alemanes y holandeses, para póstumo enfado de Lenin u otros ya descansados camaradas. Por ahí andaban Paul Mattick, Karl Korsch o Hermann Gorter y Anton Pannekoek. Todavía me asusta aquel señor del Partido Comunista Internacional, dios sabrá la historia de semejante organización, que gruñó hiriente cuando ingenuamente menté el libro "Lenin, filósofo" en una tensa conversación sobre la Revolución rusa allá en la Puerta del Sol de Madrid: 'ese señor era un oportunista, completamente antimaterialista', dijo. A un viejo comunista no tenía por qué agradarle que un chico calado como diletante pudiera seguirle el rollo.

"Marx rehusó inventar recetas para las marmitas del futuro, pero hizo algo mejor que esto -o peor-: quiso demostrar que una necesidad histórica, como una ciega fatalidad, arrastraba a la humanidad hacia una situación de crisis en la que sería preciso encarar un dilema decisivo. ser destruida por sus propias invenciones técnicas, o sobrevivir gracias a un súbito despertar de conciencia que la vuelva capaz de romper con todas las formas de alienación y de servidumbre que han marcado las fases de la historia. Sólo este dilema es fatal, la elección queda en manos de la clase social que tiene todas las razones para rechazar el orden existente, y para realizar un modo de vida profundamente distinto del antiguo."

(Maximilien Rubel, "Marx, teórico del anarquismo", 1973.)

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