martes, 6 de agosto de 2019

Lope de Vega, "Novelas a Marcia Leonarda" [1621-1624]


Lope de Vega compuso cuatro novelas cortesanas al estilo italiano dirigidas a su narrataria, y amada, Marcia Leonarda, siguiendo, con voluntad propia, la senda marcada por las novelas ejemplares de Cervantes. Las incluyó en dos volúmenes misceláneos, "La Filomena con otras diversas rimas y prosas" de 1621, en el que incluía "Las fortunas de Diana", y "La Circe con otras rimas y prosas" de 1624, en el que incluía las tres restantes, "La desdicha por la honra", "La prudente venganza" y "Guzmán el Bravo". Lope volvía a verificar la irrupción de la mujer como receptor no profesional de las letras, que aquel entonces, era frecuente que ocupara el trabajo manual femenino con la lectura oral de libros amenos por su variedad, complejidad de aventuras o suspense. Las cuatro novelas, de forma manifiesta, se escriben con la intención de plegar la pluma de Lope al gusto de Marcia Leonarda, que se considera trasunto literario del último amor de la vida del Fénix, Marta de Nervares. En un esfuerzo narrativo similar a las fatigas de la conquista amorosa, el servicio creativo del novelista corre el riesgo de no ser compensado, y atreviéndose al fracaso profesional, expone el ansia de un débil ruego, una pequeña luz que le oriente: el agradecimiento. Una inquieta coquetería le mueve a componer varios textos de divertimento, teniendo constantemente presentes los requerimientos de su amada Marcia, surfeando sus expectativas, desembarazando la ilusión imaginativa del escritor enamorado, que monta a su dama a un juego malabar de artificio.
El amor vertebra la vida humana, es 'la más excelente obra de la naturaleza y en esto no me engaño, pues bien sabe toda la filosofía que consiste en él la generación y conservación de todas las cosas', y un amor mal conducido supone un trastueque del mundo, conduce al desastre para la doncella, o a la muerte de ambos, atrapados en él, apenas uno puede conducir certeramente la vida. De lo que se colige que es necesaria una formación amorosa, en la que el maestro, el hombre que transforma su experiencia en sabiduría de amor, el propio amante, futuro marido, forme a la amada, pula su inteligencia, su discreción y refinamiento, la modele como mujer digna de ser amada. En aquellos tiempos, el escritor de novelas brindaba a través de sus relatos a la mujer la sabiduría de amor que ella no podía comprobar en su cotidiana vida de encierro, pero sí alcanzar oyendo historias ejemplares: la novela, soporte y paliativo de la experiencia amorosa, debe ofrecer entretenimiento y ejemplo, y los escritores de novela han mostrarse como hombre científicos, profesionales del lenguaje, o grandes cortesanos, conocedores experimentados.
Las cuatro novelas a Marcia Leonarda constituyen cuatro peripecias de amor en las que o el héroe o la heroína confunden el código amoroso vigente, o su aplicación a la realidad, y se ven sometidos a las vicisitudes de la fortuna. Como novelas ejemplares, encierran cuatro casos que previenen contra los malos caminos del amor, son cuatro historias que desarrollan la dilatada narración del encuentro de unos amantes cuyo conocimiento sexual se realiza, y cuya unión se ve deshecha por variadas circunstancias, obstaculizando el final aceptable, el matrimonio, o despeñando el merecido castigo por su precipitación transgresora. El comportamiento de los protagonistas se presenta así como el negativo que hay que rechazar: no hay que dejar el matrimonio al azar ("Las fortunas de Diana"), no hay que preferir el prurito de honra sobre el amor ("La desdicha por la honra"), no hay que elegir el adulterio para compensar un error cometido ("La prudente venganza"), no hay que olvidar el servicio amoroso dedicándose en exclusividad a las armas ("Guzmán el Bravo"). Se trata, pues, de aleccionar a la doncella para realizar con discreción y prudencia el tránsito al matrimonio, y de ofrecer un consuelo a la monotonía existencial a las ya casadas: curar su ansia aventurera, saturando de desventuras, pesares y peripecias, mostrándoles lo que de ilusorio tiene un comportamiento ajeno al código social. En definitiva, siguiendo un tópico célebre de la época, se trata de deleitar aprovechando.

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